Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 23 de julio de 2020

El perfil del aire


Muéstrame el perfil del aire,
la ruta inacabada,
el sendero de viento,
la brújula de la memoria.
Emprende hoy el viaje por mi.

miércoles, 22 de julio de 2020

Heraldo


Tal vez sea  cierto que el mundo fue creado en siete inacabables días de prodigios,
ríos de lava y placas tectónicas en movimiento. Pero cuando todo se asentó 
y los árboles fueron árboles y el agua discurrió montaña abajo
y fue recogido por las manos del hombre en forma de cuenco
para limpiar de sed la angustia, él, tan humilde, ya estaba allí, 
un diminuto punto en el aire, heraldo de la vida y de las buenas nuevas.

miércoles, 15 de julio de 2020

Chotacabras

    Fotografía: Javi Portillo.                                                                                                                                Awash (Etiopía)

El chotacabras es un pájaro difícil por nocturno y por huraño. A pesar de que también habita en la franja cantábrica, solamente he podido contemplarle en una ocasión y fue hace dos años, por estas fechas, en los aledaños del Parque Nacional de Awash, en Etiopía. Su nombre, tanto en castellano como en otros idiomas proviene de la leyenda infundada de que succionaba la leche de las cabras.
Si alguna vez he dado saltos de alegría al contemplar un pájaro, ése, el de la fotografía, fue el momento.

lunes, 13 de julio de 2020

Iniciación


A la edad de 17 años me agencié, con algunos ahorros y algo de dinero que me dieron mis padres, mis primeras botas de montaña. Eran de marca "Cabrit", aunque entonces todos queríamos que fueran de marca "Kamet", que eran las que envidiábamos y las que, al parecer, te hacían montañero más ilustre. También eran más caras, claro. 
Entonces las botas no se significaban por ser ligeras como ahora, pero por lo mismo te podían durar, a poco que las cuidaras, toda una vida. Así que, grasa de caballo va y grasa de caballo viene, nosotros las tratábamos con mimo y con esmero. A cambio, en nuestras caminatas por el monte, llevábamos los pies acorazados. Aún hoy las conservo convertidas, eso sí, en auténticos fósiles con los que rememoro cuando las contemplo hazañas de juventud. 
Antes de eso, mis primeras excursiones al monte de chaval, eran con "Chirucas", las clásicas botas de lona marrón que igual servían para subir cumbres que para ir a la escuela en los inviernos crudos. Y tan contentos. Por cierto que fue mucho más tarde cuando advertimos que Chirucas  no era el apelativo específico de ese tipo de botas. En eso no se diferenciaban de La Casera, que era el nombre popular que sustituía, y que todavía sustituye para mucha gente, a la gaseosa. 
Subíamos con lo que teníamos: Al principio con la mochila desmadejada de lona gris sin protectores para los hombros y que tiraba de los riñones como un demonio, luego con la canadiense de barras que te estorbaban peligrosamente si tenías que trepar en zonas estrechas de roca o bajar por una canal o una chimenea. Supimos lo que era un forro polar cuando algún amigo con trabajo se compró el primero. Algo nada sofisticado, simplemente con otro tacto diferente al jersey de punto que te había hecho tu madre. Hubo también un tiempo en el que suspirábamos por unos pantalones bávaros, como los que veíamos lucir a Gastón Rébuffat en sus libros de escalada por los Alpes. Alguno llegó a tenerlos. Los demás metíamos los bajos de los pantalones de pana por los adentros de las medias de lana gruesa. Y así tirábamos monte arriba. Sin miedo al ridículo ni nada. Y cuando llovía o nevaba nos enfundábamos en el anorak con el interior de guata que habíamos heredado y nos hacíamos unas polainas con bolsas de plástico y cuerdas.
Nada de colores chillones, útiles para localización en montaña, ni prendas de lycra que se ajustan al cuerpo, ni thinsulates ni goretexes. Ni muchas otras cosas de las que no sé decir ni el nombre, y que ahora veo en las mochilas y en los aditamentos de los que se adentran por las peñas corriendo como gamos en camiseta y pantaloncillo.
Todo cambia, todo cambia, como dice la canción. Al menos nosotros, que somos más viejos y, en muchos casos, tenemos ánimos menguados. 
Pero la niebla sigue cercando muchos días la subida de Liordes y en la vega entran y salen las nubes como siempre por los Tornos y la Canal de Asotín.
Y las montañas siguen plantadas en el mismo sitio. Imperturbables.     

domingo, 12 de julio de 2020

Liordes


Vuelvo de cuando en cuando. Antes más. Ahora no mucho porque, a pesar de que en la actualidad se ve por allí más gente debido a la generalización de los deportes de montaña, Liordes es como una fortaleza casi inexpugnable para los que hemos perdido la forma y hemos ganado años (supongo que es la unión de ambos factores). Subir los Tornos para llegar allí es una tortura de horas. Entre la niebla, el tiempo se hace magia. Pasa como por ensalmo en una sucesión de revueltas interminables. La vista fija en el suelo contemplando una película de piedras sin fin.
Ascendemos como hormigas sobre un mundo gigante.
Y aunque al final, cuando el verde de la vega se nos pega a los párpados y el vértigo de la bruma se disipa, seguimos sin ser otra cosa que hormigas, somos hormigas cansadas y felices. 

jueves, 9 de julio de 2020

Espinitas en el corazón

Me quedé atrás, caminando por un sendero del Parque Nacional de Huerquehue, porque me había entretenido unos minutos a la orilla de un lago de montaña pintando una acuarela. Enormes araucarias hacían más ínfima mi estatura, y el bosque, a la vez que un fugaz e ilusorio sentimiento de soledad, amenazaba con tragarme de un momento a otro.
De repente, desde la rama de una de las araucarias que había delante vi volar hacia mi una mancha negra con un estrepitoso destello rojo sobre la frente.
Decidí en décimas de segundo que la fotografía de aquel pájaro carpintero que la fortuna me ponía en las manos había que hacerla.
Cambié la mochila de la espalda al pecho.
Abrí la cremallera.
Saqué la cámara.
Activé la batería.
Miré por el visor.
Enfoqué el objetivo.
Y antes de apretar el disparador, el aire de un vuelo silencioso me rozó la frente con la caritativa suavidad de las oportunidades perdidas. 

miércoles, 8 de julio de 2020

Lo inacabado


Lo que dejamos para mañana:
lo que pesa,
lo que duele,
una carta,
una despedida,
una declaración de amor
o de intenciones,
la revolución.

lunes, 6 de julio de 2020

Morricone



Para mi lo primero fue esto y luego ya vino La Balada de Sacco y Vanzetti.
Y más tarde todo lo demás.  

La línea invisible


Es obligada esa línea invisible entre ellos y nosotros, 
el hilo rojo de la prudencia,
los contados pasos que hacen único y hermoso 
                                                          el mero contacto visual.
Sin más. 
Nosotros ocupando la parte humana de su temor.
Ellos irrumpiendo en el lado salvaje de nuestra nostalgia. 

miércoles, 1 de julio de 2020

Desconfinados


Ya estamos. La mayoría hemos salido de las casas, pero no nos atrevemos a volar. Si voláramos, tal vez nos llevaríamos el tejado de la casa enganchado en nuestras patas. O quizá la casa entera.
Y ése, convendrán conmigo, no es el plan.
Hace un año, por estas fechas, volábamos libres de ataduras por los cielos de Samarkanda. 
Hoy, nosotros no somos y Samarkanda solo es un lugar inexistente.