Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

viernes, 25 de agosto de 2023

La nariz

Mi madre se cayó de una banqueta cuando tenía tres o cuatro años y se rompió la nariz. Era más o menos el año 1939 ó 1940. Quizá 1941. Entonces no se estilaba lo de la cirugía estética, al menos entre la gente de pocos posibles, y lució desde entonces un apéndice nasal que podía ser la envidia de cualquier boxeador que se preciase. Sin embargo, pese a ello, siguió siendo bien guapa toda su vida (sacamos buena casta en la "famiglia", aunque tendemos a joderla de cuando en cuando).
Hoy me acordé de mi madre cuando, tras aterrizar de mala manera entre las flores y los cardos, contemplé mi sangre manando de la napia. Total el resultado es de dos puntos en una brecha y pequeña fractura en los huesos propios de la nariz, además de un par de hermosísimas grapas más en mi maltrecha rodilla. 
No sé por qué, pero también me acordé de Góngora, de Quevedo y de Don Cyrano, cual  Ovidio Nasón mal narigado. 

      

 

2 comentarios:

  1. Lamento el accidente, pero ¿quién no ha sucumbido alguna vez a una caída con mayor o menor efecto?

    Con dos o tres añitos este menda se cayó de una pilada de sacos. Sangre, nada de puntos (en aquella época nadie corría a la asistencia), algodón y alcohol y marca para siempre entre ceja y ceja. Los años que generan distensión de la piel, arrugas, se han encargado de reducir aquella cicatriz natural. Toda la vida he llevado con orgullo la marca visible. Todo pasa y a veces queda.

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  2. Gracias. No acostumbro a caerme, pero la de ayer no ha sido la peor de mis caídas. https://lanubeenlaboca.blogspot.com/2013/04/romper-el-hielo_8.html

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