De repente, todo cobra vida en la corteza del árbol.
El árbol es entonces un rostro a imagen y semejanza
de un pequeño dios inmóvil y temeroso
en el que el ímpetu de ser florece solo al final de las ramas.
Y, sin embargo, más allá, donde todo se extiende,
el aire febril abre los caminos por los que habremos
de perseguir denodadamente los deseos.
Esas nubes que va deshaciendo el viento.
MCH

No hay comentarios:
Publicar un comentario