Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

viernes, 3 de septiembre de 2021

Theodorakis


Recuerdo que en La Pianola, un pub al que acudíamos habitualmente en aquella época, se producía un espasmo general en cuanto sonaban los primeros compases de la música de Mikis Theodorakis. Cambiaba el clima, el ambiente se enervaba y a toda la concurrencia le entraba unas ganas locas de bailar el sirtaki a la manera de Anthony Quinn en Zorba el griego.
Pero la primera (y única) vez que escuché y vi en directo al compositor heleno fue en Bilbao en 1989. Yo vivía allí y había sacado entradas también para mi compañera y para mi hermano que viajaban desde Santander para escuchar  el Canto General. Los alrededores del Teatro Arriaga se habían convertido en una ratonera de controles policiales, dado que a la reina de entonces, o a alguno de sus asesores, se le había ocurrido acudir al concierto de su compatriota. Creo que jamás olvidaré el espolio atronador e impresionante que el público le dedicó a la soberana, como protesta por su presencia indeseada, en cuanto asomó al palco. Tampoco a un Theodorakis impertérrito, que ahora empezaremos a echar de menos como algunas veces echamos de menos el tiempo en el que fuimos jóvenes.


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