Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 28 de septiembre de 2023

No queda nadie


Es como cuando vino Franco de visita a Arneiro. ¿Sabes qué pasó cuando vino Franco? Pues los de la colonización querían ponerle una placa conmemorativa en el centro cívico, pero había por allí unas fincas yermas, que nunca habían dado nada. Así que los mayorales y los ingenieros nos mandaron montar una huerta de la noche a la mañana, para que quedasen mejor las fotos. Querían que la tierra se viera fecunda y trabajada, así que tuvimos que trasplantar todo lo que teníamos: lechugas fresquísimas que daba gloria verlas, pimientos, judías que se enredaban en las cañas como dedos con artrosis... Todo, todo lo trasplantamos y montamos allí una huerta de la noche a la mañana, muy bonita para las fotos, y se ve que todos quedaron muy bien delante del generalísimo y, al día siguiente, hicieron una fiesta entre ellos. Pero ya te imaginas lo que pasó a la mañana siguiente: todo se había muerto. Se había muerto todo porque aquellas verduras habían nacido y se habían cuidado cada una en un sitio apropiado, mientras que, en esa otra finca yerma, las verduras trasplantadas no podían vivir y se marchitaron, y fue como si hubiéramos sembrado un cementerio, un puñado de ceniza. Porque cada cosa tiene su sitio y, si la llevas a otro lado, puede que aguante, pero lo más seguro es que no. Y por eso lo que había detrás de esa huerta tan bonita era la muerte. Y así era todo por entonces: detrás de todo, si uno escarbaba lo suficiente, lo único que encontraba era muerte.

No queda nadie.
Brais Lamela.
Traducción de María Alonso Seisdedos.
Cuatro lunas.

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