Tiene maneras de señorita bien educada. A veces demasiado
bien educada. Sus deseos están en la danza, que ya practicaba en La Habana. Hay
que ver de qué modo puede continuar con su práctica, pero mientras tanto a mí
me gusta conversar. Hay una distancia inmensa entre ella y yo, entre
sus costumbres y las mías. Tanto culturales y geográficas como por edad. Pero aprendo de ella.
Tal vez ella también aprenda algo de nosotros.
Hay ratos en los que me gusta bromear,
sorprenderla, observar su gesto ante una respuesta inusual. Hoy, mientras
desayunaba, le he dicho, “me tengo que ausentar un rato, espero que no te vaya
a comer el coco”.
“Nunca creí en eso”, me responde. “Si no apareció nunca
durante los apagones…”
Y sí. Esta vez el sorprendido he sido yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario