Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

sábado, 9 de agosto de 2025

Angélica


Angélica ha cumplido quince años durante su estancia en nuestra casa. Viene de Cuba, pero se va a quedar en España durante una temporada probablemente larga, porque las cosas en su país de origen se están poniendo más feas de lo habitual. Sus padres también están al llegar. Ella vino antes por la necesidad de matricularla en un instituto con cierto tiempo de antelación.

Tiene maneras de señorita bien educada. A veces demasiado bien educada. Sus deseos están en la danza, que ya practicaba en La Habana. Hay que ver de qué modo puede continuar con su práctica, pero mientras tanto a mí me gusta conversar. Hay una distancia inmensa entre ella y yo, entre sus costumbres y las mías. Tanto culturales y geográficas como por edad. Pero aprendo de ella. Tal vez ella también aprenda algo de nosotros.

Hay ratos en los que me gusta bromear, sorprenderla, observar su gesto ante una respuesta inusual. Hoy, mientras desayunaba, le he dicho, “me tengo que ausentar un rato, espero que no te vaya a comer el coco”.

“Nunca creí en eso”, me responde. “Si no apareció nunca durante los apagones…”

Y sí. Esta vez el sorprendido he sido yo.

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