Recuerdo que el tipo era el que el maestro, cuando iba a ausentarse, designaba para apuntar en la pizarra el nombre de los que nos portábamos mal.
Luego fue el alevín de fascista
que se infiltraba en las manifestaciones universitarias para intentar atraernos
con falsas consignas a los lugares en donde había policías de la secreta.
También fue el falso compañero
que iba con cuentos al jefe para medrar.
O aquel que acabó recorriendo
sin sonrojo, de izquierda a derecha y de abajo a arriba, todo el espectro como un peón en el escaque.
Hoy creo que es el garbancero
en meyba que intenta placar inmigrantes en las playas de Granada como si fuera
un vigilante de Arizona.
Pero siempre, siempre, por muchos años que pasen, es el
mismo gilipollas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario