Regreso de Madrid con el Amazonas de Sebastiao Salgado impreso en la retina. Esas imágenes preciosistas y preciosas, cuidadas al mínimo detalle. Tanto que uno se imagina al fotógrafo a la manera de los antiguos pintores impresionistas, parado ante el objeto de su desvelo, ya sea paisaje o grupo humano, midiendo con ojo preciso el momento necesario para inmortalizar lo fugaz, para dar vida a lo que irremediablemente se aleja.
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