Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

miércoles, 30 de mayo de 2018

Coincidencias literarias

Hasta ahora no había leído nada de Javier Pérez Andújar, pero hace algún tiempo cayó en mis manos este libro dedicado a los príncipes valientes que éramos los niños que en los primeros años setenta vivíamos a medio camino entre lo rural y lo urbano en zonas de extrarradio de las ciudades, y confieso, entre sorprendido y expectante, que estoy disfrutando como un tierno infante mientras veo retratada mi vida de chaval de barrio de entonces. Estoy seguro de que muchos de mis coetáneos, si lo leyeran, me darían la razón.

Pero además, al margen de la coincidencia de la contemporaneidad y del lugar de procedencia entre el autor de la novela y yo (al fin y al cabo un barrio de extrarradio es un barrio de extrarradio ya se encuentre en Barcelona, en Sevilla o en Santander) ha habido otra sincronía que me ha hecho sonreir mientras leía las primeras páginas de la novela, y que paso a contar.

En el año 2006, y en un libro patrocinado por el Parlamento de Cantabria que se tituló "25 años de Autonomía. 25 años de creación poética en Cantabria" publiqué por primera vez un poema que jugaba con el equívoco y que tenía como título "Armstrong en la luna":

Ahora que está tan de moda
desconfiar de las historias inamovibles
se engañan quienes dudan
de que el hombre, un día, pisó la luna.

Cierto es que, quizá, la fecha
no se ajuste completamente a la verdad
y que, para el blanco y negro
de los televisores de aquellos años,
fuera más atractivo, por una fútil cuestión
de pigmentos y de contrastes,
la pálida epidermis
de algunos extras de ocasión.

Sin embargo, Armstrong,
aunque no lo crean,
pisó una vez la luna.
Y desde entonces allí está.
Con su sonrisa burlona.
Como un perfecto diosecillo de los vientos
en un grabado antiguo.
Con estupendos mofletes eólicos.

Tocando su trompeta.

Pues bien, casi al mismo tiempo (unos meses después) se publica la novela "Los príncipes valientes" y, en ella, Javier Pérez Andújar, a propósito de un, para mí, emotivo relato sobre las queridas enciclopedias que, entonces, esforzados comerciales vendían a nuestros padres de puerta en puerta, cuenta lo siguiente:

"La enciclopedia es verde, o más bien tiene el lomo verde, que es lo que se ve de ella alineada en el mueble del comedor, en su estantería más alta, junto a las figuritas y las flores. Es una enciclopedia de seis volúmenes, con láminas en color, láminas del cuerpo humano, y de plantas y de animales, que voy a contemplar como quien contempla la lluvia. En la enciclopedia iré leyendo al azar biografías y conceptos (psicología, Níger, ciliados…), y me inundaré así de una redacción monótona y precisa, y de una manera de escribir retribuida, que es ante todo una manera de producir. La enciclopedia entra en casa para traer cultura, pero lo que voy a buscar en ella es literatura. En ella iré dándome cuenta de que las palabras son siempre más completas, mejores, que su definición. No leo la entrada de Napoleón para conocer su vida, sino para ver, descubrir las palabras con las que está escrita. Voy a sentir también la curiosidad de saber las cosas del mundo, desde luego, y con la enciclopedia lo que estaré aprendiendo, sin haber pasado aún por el dadaísmo o por el surrealismo, es que el azar y el error son una vía de conocimiento. Veré en el televisor un documental o una noticia acerca de la llegada del hombre a la luna, tal vez se conmemora el quinto aniversario, y cuando se acaba el programa me arrojo a la enciclopedia para buscar el nombre de Armstrong, que es el que más se me ha quedado de los tres astronautas, y entonces me encontraré con otro Armstrong, asimismo americano, y al principio leeré confundido creyendo que es toda una misma historia, y que el hombre que dijo lo del gran paso de la humanidad había sido además trompetista. Y cuando haya acabado de leer el artículo y haya puesto orden en el desconcierto, me persuadiré de que ahora soy un apasionado del jazz, sin saber si he escuchado o no ese tipo de música. Y encima, aún me merodeará la aprensión de si una vez hubo un trompetista negro que fue a la luna".     

No me digan que no es una hermosa, feliz y curiosa coincidencia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario