Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

lunes, 7 de mayo de 2012

La Pirenaica

De noche subimos al bosque para intentar localizar el nido del año pasado. Sin embargo no tenemos suerte en esta primera aproximación y nos retiramos en busca de un sueño oportuno tras el largo viaje. Mientras descendemos, la luna llena nos permite observar más allá de pinos y abetos la carga de nieve que aún mantienen las cumbres. 
Por la mañana, por fin encontramos el agujero en el árbol seco donde esperábamos ver a la lechuza de Tengmalm, llamada también mochuelo boreal. Rozamos la madera suavemente para llamar su atención, pero la rapaz no responde.
El resto de la mañana lo dedicamos a buscar otras hendiduras en los árboles, antiguas viviendas de pájaros carpinteros como el pito negro, que ahora pueden servir como habitáculo para esta rapaz nocturna. Tras innumerables intentos y a punto de abandonar, con sorpresa comprobamos que el último árbol tiene dos entradas, una a cada lado del tronco, y que desde la segunda unos grandes ojos amarillos nos observan serenos e impertérritos.

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