Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

viernes, 23 de septiembre de 2016

Miradas y silencios




Recientemente, durante un debate televisado de la campaña a las próximas elecciones vascas, se ha producido un episodio que nos atrevemos a calificar de dramático, por lo que encierra y sustenta, más allá de la  inusual actuación de algunos políticos lanzados habitualmente a la caza de votos, cuesten lo que cuesten.

El caso es que Pili Zabala, candidata por Podemos en esos comicios, interpeló a Alfonso Alonso, a la sazón exministro en funciones del gobierno del Partido Popular y actual candidato por su partido a presidir el gobierno vasco, que respondió nervioso y dubitativo, como escolar pillado en falta, y a lo cual siguió una larga, larguísima, y más que elocuente mirada silenciosa por parte de la señora Zabala.

Hay que recordar que Pili Zabala es hermana de José Ignacio Zabala, que fue secuestrado en el sur de Francia junto a José Antonio Lasa en 1983. Ambos fueron posteriormente torturados, asesinados  y desaparecidos por los GAL, grupo de triste recuerdo encabezado por el comandante de la Guardia Civil Enrique Rodríguez Galindo. Años después los cadáveres fueron localizados en la provincia de Alicante enterrados en cal viva. Esa cal viva, que su sola mención puede sonar como una granada de fragmentación en el seno del Parlamento de la nación, pero que no quita ni pizca de veracidad a su existencia y a su utilización para fines criminales por individuos sospechosamente cercanos al aparato estatal de entonces.

Pero volvamos al debate televisado que enfrentó el otro día a la candidata de Podemos y al balbuceante candidato popular, y que Televisión Española no tuvo a bien reflejar en sus noticias (pero eso ya es otra sonrojante historia). ¿Qué pudo preguntar Pili Zabala a Alfonso Alonso para que éste se situara en un espacio tan cercano al “tierra trágame”, y que no le quedara más remedio que rogar con su agónica mirada el capotazo salvador del moderador del programa televisivo?

Pues sencillamente preguntó si aquel la consideraba a ella una víctima del terrorismo o no. Cuestión esta que, por evidente, probablemente podría ser respondida más allá de nuestras fronteras con suma facilidad, pero que aquí, dada la tradicional tendencia de los poderes a ocultar todo lo incómodo en zanjas, cunetas y fosas comunes, se traslada siempre al lado oscuro.

Por supuesto que los familiares de José Ignacio Zabala, los familiares de José Antonio Lasa y los de muchos otros (incluidos los de los tres jóvenes santanderinos asesinados en el llamado “Caso Almería”, que han solicitado infructuosamente durante años ser reconocidos como tal) son víctimas de terrorismo.

Acogerse a dictámenes y subterfugios legales creados por el propio Estado para protegerse a sí mismo de algo que solamente daña a su credibilidad, tal como hizo torpemente Alfonso Alonso, no sirve más que para retrasar lo innegable, para apuntalar las trincheras y para, en definitiva, socavar aún más las carencias democráticas de las instituciones del Estado.

Hora es ya de que, por esa salud democrática con la que tantos se llenan la boca, se obvien las diferencias que, dependiendo del sujeto que la ejerza, se han creado con la violencia y se superen los distingos en el dolor que interesadamente, algunos, formulan aún hoy para las víctimas.

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