Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

viernes, 25 de agosto de 2017

La Surada y Juan Manuel Roca

 Y sí. Para nosotros también fue un placer y un orgullo su estancia en Santander, las charlas demoradas y los paseos del mar.
LA SURADA

Fui, vi y soñé, podría ser la paráfrasis de un campeador sin caballo. En ese orden de ideas fui a la III Surada en Santander y me encontré con un grupo humano fraterno y crítico a la vez, con una membresía a algo invaluable: la amistad. Vi a la poesía en traje de fatiga, sin solemnidades ni alamares echándose a la calle, Y supe que no era un simple sueño lejano pues ocurría en la vigilia. 

Esos tres pasos amorosos, ir, ver y soñar, me llevaron en forma circular a encontrarme con la poesía, ese "pensamiento desinteresado" y  sin servidumbres, en un evento que ocurre muy a su antojo y a espaldas de cualquier llamado del desaliento, tan en boga en el mundo.

La poesía crítica o, mejor aún, el espíritu crítico y libre siguen acá y allá andando por caminos inesperados, valga decir independientes.

Así fue para mí el ámbito cálido de La Surada. 

Llegué a Cantabria, a Santander, con los ojos tranquilos que se fueron llenando de asombros.

El primer asombro: las lecturas diversas, en matices y tendencias de un grupo de poetas que no se conforma con cantar la misma tonada. También la danza contemporánea  y las lecturas experimentales. La poesía bajo el cobijo de una carpa o en un museo del mar entre fósiles de animales que  fueron nuestros parientes. Ah, y la emoción de ver un público que acude a la fiesta con el brazo dispuesto al abrazo. Todo esto me llegó como a un boxeador un segundo aire. Así que volví a mi país cargado de sueños renovados.

En lo personal, cómo olvidar que los amigos de "La Vorágine" tenían para mí la edición de uno de mis libros y, más allá del goce editorial, algo que prevalece sobre unas letras: la espontánea y generosa recepción al desconocido.

Pocas veces he sentido más entrañable afecto sin afectaciones. Entre despertar en un hotel que a la vez es un "jardín secreto" e ir a ver las pinturas en las piedras trazadas por una parentela de fantasmas; entre las largas conversaciones y el choque leve de una copa; entre los lentos paseos y una breve estación en la farmacia de un secreto dador de grajeas de libertad llamado León Felipe, se me fueron los días. Pero no se fugan los recuerdos. Me acompañan cargados de los rostros y paisajes de Cantabria.

Qué bueno que siga soplando buen viento para la poesía en esa región encantada.
                                                                                        Juan Manuel Roca.

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