Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

martes, 3 de noviembre de 2020

Itaca


Ayer salí a la calle con sol primaveral. Compré víveres para una temporada. Los suficientes para no salir innecesariamente. Luego volví para sacar de paseo a Mayo por los prados. El buen tiempo se fue agotando poco a poco a medida que escuchaba silbar al viento en mis orejas y las nubes se hacían dueñas de la situación. Más tarde, mientras volvía a casa empezó a llover.

Podría hablar de la pintada facha que me encontré en la superficie de la carretera a pocos metros de mi casa, pero no voy a dar ese gusto a los imbéciles. La libertad de mierda que les produce sueños húmedos está muy sobrevalorada hoy en día. Y tampoco es libertad. Se pueden ir desengañando.

Lo mejor del día llegó por la noche. No he hablado hasta ahora del buen Reverte, ése que se murió antes de ayer, pero a lo tonto a lo tonto he contabilizado un montón de libros suyos en mi biblioteca. Lo primero que leí fue una novela que transcurre en Madrid titulada “Todos los sueños del mundo”.  Pero luego he viajado a Grecia con él en mi equipaje  y también a las fuentes del Nilo azul. He recordado  África con sus historias y he satisfecho la sed de aventuras leyendo sus andanzas por el Paso del Noroeste y por el Yukón.  En Derry también me paré a contemplar la entrada del Bogside.

Algún día también yo, como él o como Ulises, llegaré a Itaca.  

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