Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

domingo, 24 de enero de 2021

La casa

 La casa 

Ahora no soy nada. Nada. O tal vez, una cáscara vacía
o un refugio de fantasmas y de voces viejas  aventadas como trigo,
unas risas flotando incandescentes, que quizá no son más que llantos.
Esplendor de pobres tras las puertas cerradas. 

Ahora no soy nada. O nada más que una película muda de otro siglo,
imágenes de ceniza construidas con el aire polvoriento
que se sostiene  en la luz y se filtra en las cortinas.  

Ahora no soy lo que tú recuerdas, 
mientras vas atrancando por última vez,
los postigos  de mi corazón desierto. 

Lo que tú recuerdas.
El pasillo estrecho
de mamá abandonada. El pasillo estrecho
por el que los niños se marchan cuando se hacen grandes.
El pasillo estrecho, solo, quieto, lleno de silencio.
El pasillo estrecho y al fondo una anciana
en su cárcel de vejez y melancolía. 

Ahora no soy lo que tú recuerdas
porque apenas sabes nada de la muerte,
ni de los nidos de araña,
ni  de la ausencia de golondrinas.

                                                                               MCH

4 comentarios:

  1. Qué emoción! Cuando visité la vieja casa en que nací con mi madre ya desmemoriada sentí esa sensación, pero no solo respecto a la casa, también a mi madre, que ya solo era olvido.

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    1. Hola José María. Uno se siente más acompañado cuando comparte determinadas sensaciones y vivencias. ¿Todo bien por tus predios?

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    2. Con esta horrible sensación nadista de que el infierno está en los demás; pero también el paraíso. Maldita pandemia.

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  2. Ya empezamos a estar cansados de esta anómala normalidad y creo que se va imponiendo la desconfianza hacia casi todo y hacia casi todos. El horror.

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