Quizá nunca sea el momento exacto
y siempre se cruce ante nosotros
el lugar de las confidencias
y de lo que antecede, las señales de lo vivido,
el naciente pálpito de que en todo
se conjuga el verbo y la música ininterrumpida
de lo que existe y de lo que muere,
la presunción de lo que sucederá.
Tal vez, el ojo humano jamás tenga la facultad de captar
en toda su extensión
los significados,
las palabras,
las que se dicen y las que no,
el sentido de lo infinito
en un solo
y necesario
gesto.
MCH
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