Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

martes, 20 de abril de 2010

Orson



La semana pasada tuve la oportunidad de disfrutar del trabajo de un gran actor, José María Pou, encarnando a otro gran actor y director en la obra de teatro titulada "Su seguro servidor, Orson Welles".
La acción transcurre en una sola jornada del último año de vida de Welles. Y aunque en el programa de la obra y en las críticas periodísticas se menciona la decadencia del actor americano debido a los anuncios de comida para perros y de laxantes que protagoniza para la radio en ese momento, yo creo que las ideas, los deseos y los sueños que se van entretejiendo a lo largo de la sesión contradicen las menciones a la ruina y la decrepitud. "Qué lástima tener que aterrizar con tanta gasolina aún" viene a decir en un momento de la obra.
El contrapunto a las ilusiones del viejo director, y una de las moralejas, es cómo se refleja el advenimiento de una nueva clase dirigente en el mundo cinematográfico encarnada en Steven Spielberg o George Lucas. Gente que nada tiene que ver con el modo de hacer y de pensar de Welles, pero a la que se ve supeditada para la financiación de "Don Quijote", su más querido proyecto. Sin embargo, Spielberg juega ya en otra división, y al final a Orson Welles solamente le queda la decepcionante sensación de fracaso que planeó durante toda su carrera.
Una hermosa obra para un llamativo personaje que, como Falstaff en "Campanadas a medianoche", parece quedar al fondo de nuestro escenario recitando aquello de "¡Señor, Señor, las cosas que hemos visto!"

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