Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

domingo, 2 de febrero de 2020

Contrapunteando


Cuando alguien te invita, junto a otros colectivos, a participar en unas jornadas sobre cualquier tema, pero más aún sobre algo tan sensible como la memoria histórica, en la que, dadas las circunstancias del país, es más que necesario tejer redes y poner en común experiencias que permitan salir de la orfandad, no se puede cometer la desconsideración (o algo más) de dejarte fuera de las conversaciones que se suscitan después de las conferencias o las mesas redondas. Todo el mundo sabe que es ahí, en el tercer tiempo, que diría un aficionado al rugby, ya libres de la presión de lo formal, cuando es más fácil establecer vínculos en pos de un trabajo bien hecho.
El hecho de ser los invitados locales no es excusa, salvo que existan otras razones eminentemente oscuras. Tampoco es desatención del protocolo porque no te guste ser protocolario. Es otra cosa.
Y sobre todo, sobre todo, es muy, muy cutre.

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