Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 6 de febrero de 2020

Retrato de un mi abuelo


La imagen puede llamar a engaño. Supongo que solamente fue ciclista en los traslados entre faena y faena, cuando los automóviles eran una quimera para los pobres, pero en realidad fue carpintero. Siendo niño aún tuve oportunidad de contemplar sus herramientas. No sé qué habrá sido de ellas.
Nació en el Valle de Soba cuando al siglo XIX le quedaban unos pocos estertores. Allí debe quedar una piedra grabada en un camino con sus iniciales en letra barroca. Por lo que sé, luego se estableció en la ciudad de Cienfuegos y se casó con la abuela. De Cuba me mandaron hace años la partida de su boda. Ellos volvieron antes, como volvían muchos. Nunca construyeron una casona ni plantaron una palmera.
Yo lo conocí cuando ya era un anciano con su boina y su bigote blanco, siempre sentado en una sala oscura y los pies junto al brasero.
De él me queda ese recuerdo, su silencio y unos cuantos libros. 

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