Ya lo había avistado en otras ocasiones, pero en grandes bandadas. Lo extraño era verlo solo, en una orilla de la Laguna Amarga, frente a las Torres del Paine. Lo difícil era fijarse en él, atraídos como estábamos por el magnífico espectáculo de las montañas reflejándose en el agua con el crepúsculo.
Y de pronto, mientras intentaba tomar una imagen de aquella ave meditabunda, ella y su reflejo de atardecida echaron a volar.
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