Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

viernes, 29 de noviembre de 2024

Sonrisa de Sabines



Poema de Jaime Sabines.
Los cinco primeros versos de este poema los encontré hace muchos años estampados en una camiseta en el escaparate de una tienda en la Real de Guadalupe de San Cristóbal de las Casas.
No tengo la camiseta, pero el poema no lo he olvidado nunca. 
 

jueves, 21 de noviembre de 2024

Casa tomada


Existe una novela de Manuel Mujica Laínez titulada "La casa" y un cuento de Julio Cortázar, "Casa tomada", que, a pesar de sus diferencias de tratamiento, confluyen en la concesión de un protagonismo absoluto a sendas antiguas casonas coloniales. Ambas viviendas se sitúan en la ciudad de Buenos Aires y ambas, además, han tenido tiempos mejores.
En la primera narración es la voz de la propia casa la que relata su devenir, detallando el paso por ella de los diferentes habitantes a lo largo de los tiempos, en un maravilloso juego literario en el que, al menos en esta ocasión, "las paredes hablan", que el autor empleó también en algún otro de sus trabajos, como es el caso de "El escarabajo", una joya egipcia propiedad, creo recordar, de la reina Nefertiti que pasa de mano en mano y de geografía en geografía hasta nuestros días. 
En el relato de Cortázar, el otro argentino, se manifiesta una vuelta de tuerca en el ámbito de la residencia. La evolución, siendo temporal también, aunque en menor medida, registra una transformación fantasmal que afecta a los únicos propietarios, que verán poco a poco reducido su espacio habitacional en virtud de extraños fenómenos espectrales.

Me abstraigo en todo esto mientras doy un paseo matutino, observando cómo van deteriorándose a mi alrededor vetustas viviendas tradicionales y cómo, al tiempo, se levantan en su lugar chalets de todo tipo, más funcionales (probablemente más baratos) y, desde luego, con bastante menos gracia, en una extraña huida hacia adelante que amenaza con desarbolar cualquier vestigio de formas de vida antigua y de una parte de nuestra cultura, ahora despreciada, de la misma manera que desperdiciamos alegremente especies animales y vegetales condenadas a la extinción.
Pienso en ello, mientras observo al pasar las viejas ventanas carcomidas, tomadas las casas por una decrepitud que avanza a marchas forzadas, creyendo ver por un momento, como los personajes de Cortázar, tras sus cristales rotos las sombras de los que alguna vez las habitaron. 

lunes, 18 de noviembre de 2024

Pastores de Siria


Era 2008, a las afueras de Deir ez Zor, en Siria. Al año siguiente volvería al país aunque no a aquella ciudad. Aún no se había iniciado la debacle guerrera que llegaría dos o tres años después, y el puente sobre el río Éufrates, que visitaríamos a la búsqueda del bulbul naranjero (un ave del que hasta entonces jamás había oído hablar), aún estaba intacto.
A este lugar, por el que transitaban ovejas y pastores, y en el que un grupo de niños alborozados por la novedad y por el deseo de poder observar su mundo, como si fuera nuevo, a través de nuestros prismáticos nos llevó un taxista de religión cristiana, del que muchos años después aún me acuerdo. Todavía me pregunto qué destino pudo tener cuando la ciudad fue asolada por la ocupación de los integristas musulmanes. También recuerdo a aquellas chicas, muy jóvenes, hijas de un militar sirio, que nos abordaron la noche anterior en la terraza del hotel, mientras acabábamos la cena, con la intención de practicar un idioma inglés que nosotros farfullábamos de forma bastante ramplona para desgracia suya y nuestra.
No sé si algún día regresaré a Siria, pero aún conservo entre mis añoranzas la evocación de aquellas dos visitas mágicas.  

 

viernes, 15 de noviembre de 2024

La tigresa


Siguió mirando las negras profundidades en busca de movimiento, color o lo que fuera, pero no tenía fuerza suficiente en los ojos o no miraba donde debía, porque, tras un indicio de movimiento cerca de la pared de piedra, cuando volvió la cabeza para verlo, se encontró con la tigresa casi encima de ella.
Sus movimientos eran líquidos, como la miel al gotear de una cuchara. Emergió de las sombras de la jaula como si tuviera bajo su mando una gran porción de la selva, como si pisara el sucio barro del suelo de Florencia con las zarpas. No era un gatito. Parecía que fuera a estallar, vibraba, borboteaba como si ardiera por dentro, la cara lívida, asombrosamente simétrica. Era lo más hermoso que había visto en su vida. La espalda y los lomos brillantes como la boca de un horno, el vientre claro. Vio que las rayas del pelaje no eran tales, no: esa palabra no servía para describirlas. Eran puro encaje oscuro que adornaba, que ocultaba; la definían, la salvaban.
La tigresa se acercó un poco más, y otro poco más, hasta ponerse debajo del triángulo de luz. Miraba a Lucrezia a los ojos, fijamente. Por un momento, la niña tuvo la sensación de que iba a pasar de largo, como la leona. Pero se detuvo justo enfrente de ella. No estaba pensando en otra cosa, como la leona. La había visto, estaba allí con Lucrezia; tenían muchas cosas que decirse la una a la otra. Lucrezia lo sabía... y la tigresa también.
La niña se acercó, se puso de rodillas. Ahí tenía el flanco de la tigresa, a su lado: incisiones y elipsis de negro y ámbar que se repetían. Veía entrar y salir el aire de su cuerpo; veía la parte en la que el torso descendía y se perdía en el blando vientre, las suaves zarpas, el temblor de las patas. Vio que levantaba el lustroso hocico, que olisqueaba el aire y filtraba cuanto pudiera contarle. Lucrezia sintió la tristeza, la soledad que emanaba, el impacto de ser arrancada de su hogar, el horror de las semanas y más semanas en el mar. Percibió los mordiscos de los latigazos que le habían dado, el amargo anhelo del vaporoso y húmedo dosel de la selva y los irresistibles túneles verdes del sotobosque que eran sus dominios; el dolor ardiente en el pecho por los barrotes que ahora la encerraban. ¿No había esperanza?, parecía preguntarle la tigresa. ¿Me quedaré aquí para siempre? ¿Jamás volveré a casa?


Maggie O'Farrell.
El retrato de casada.
Libros del Asteroide.
Traducción de Concha Cardeñoso. 


jueves, 14 de noviembre de 2024

Mar y tierra



Nos fijamos normalmente en las criaturas del aire, pero de cuando en cuando nuestros ojos se desvían a los despojos que deja el mar y a las maravillas de la tierra. Y así, vamos encontrándonos en lo que fuimos y en lo que seremos. Al vaivén de las corrientes y de las fuerzas telúricas, solamente olas.

martes, 12 de noviembre de 2024

Mariposa tigre


A Omán fuimos a ver pájaros y no salimos descontentos de la empresa, pero de cuando en cuando se cruzaban algunas mariposas extrañas en nuestra geografía habitual. Aunque esta, la mariposa tigre (Danaus Chrysippus), según leo aunque jamás la había visto, también está presente en las Españas.
Otras hubo, no muchas, que se colocaron a la vista del objetivo de la cámara, pero la mayoría deambulaban vertiginosas a nuestro alrededor sin mostrarse el tiempo suficiente.
Las que confiaron en este torpe fotógrafo irán apareciendo por aquí. Las otras, vuelan aún ingrávidas y ajenas. Que la Madre Natura las mantenga por los siglos de los siglos en su limbo de aire y de flores.  

 

lunes, 11 de noviembre de 2024

Un paseo por la luna


En esta luna,
que no es luna, 
el calor hiela
y el frío hierve
en rasguños
de eternidad.
En esta luna
sin luna
son sólidos
como obsidiana
los vientos
y las palabras.
En esta luna
tan rara
alunizan
alcaudones,
perdices, 
cabras 
y pastores
selenitas
que marcan
en sus lunarios
las ausencias 
y los alfanjes 
con  hilos
 de pedernal
y soledades 
de plata. 

                                                                               MCH


jueves, 7 de noviembre de 2024

Elogio de las aves de paso


El gran poeta Novalis solía decir que hay que estar "perpetuamente en estado de poesía" ¿Consiguió hacer que este requerimiento fuera su día a día? Algo así se escribe en un arranque de buenas intenciones y, luego, nos pasamos la vida traicionándonos. Esta frase me obsesiona. Me he jurado no renunciar, mantener el fuego a través de la observación de aves.
La observación de las aves es innegablemente un estado de poesía. La práctica de la ornitología es un placer sencillo, accesible a todos. Para mí fue una forma de iniciación, y luego se convirtió en una necesidad. En los albores  de la cuarentena, se ha transformado en un arte de vivir que combina paciencia, silencio (aptitudes indispensables si se quiere entrar en un bosque y no limitarse a entrar en él como un viajero impasible que atraviesa un vestíbulo de una estación). Exhorta a hacerse olvidar y a fundirse en el paisaje, estimula la observación de los pequeños detalles y aboga por una identificación rigurosa. Valores cada vez más ortogonales a los de nuestro tiempo.

Jean-Noël Rieffel.
Elogio de las aves de paso.
Editorial GG.
Traducción de Cristina Zelich.



sábado, 2 de noviembre de 2024

Isabel en el combate



Isabel en el combate

Este texto fue escrito en el año 2016 con motivo de un ciclo de militancias organizado por la Asociación Desmemoriados.

 

Hay historias que merece la pena comenzarlas al revés. Imagínense a Isabel Tejerina dando un paso hacia delante y luego otro en busca del horizonte y mientras tanto ese horizonte se va alejando un paso y luego otro más, tal como Eduardo Galeano recogió en “El libro de los abrazos”.

Imagínense a Isabel constatando que “tenemos causas (por las que luchar), pero no un modelo social alternativo”. O bien perdiendo los sueños de forma directamente proporcional al alejamiento del horizonte utópico.

Imagínense, por fin, a Isabel caminando. “Perdimos nuestro sueño, pero caminamos”. 

Entonces piensen en Isabel representando la vida en el escenario con “unos cuantos”. Piénsenla de maestra. O de madre, esposa, hermana… Y entonces les vendrán a la memoria palabras que ella misma recuerda. Utopía, idealismo, entusiasmo, militancia. 

Recuérdenla después, con su voz grave, dando el mejor discurso que se haya escuchado, seguro, en el salón de plenos del Ayuntamiento de Santander. Recuérdenla siendo expulsada, como son expulsados los justos, por el impío, por el centurión que, tiempo después, en verdadera muestra de justicia poética, también a hierro muere.

Escúchenla ahora confesándose de esa ingenuidad que los militantes no se pueden permitir y que, sin embargo, les hace más humanos. 

Entonces vendrán las causas de los hombres y de las mujeres. Todas, porque en todas caminó. La causa obrera, la causa estudiantil, la causa vecinal, la causa feminista…Causas que por muchas que fueran se encerraban en una: La justicia social. 

Y entonces, caminando, llegamos a la lucha contra la dictadura. Esa, la permanente, la que sigue imponiendo hoy, con otros disfraces, su criterio. 

Y llegamos al comienzo, como el marino que nunca fue, soltando amarras. E Isabel se pone a caminar.