Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

miércoles, 9 de abril de 2025

Las luminarias


-La noche de hoy será el comienzo.
-¿Lo ha sido?
-Lo será. Para mí.
-Mi comienzo fueron los albatros.
-Es un buen comienzo, me alegro de que sea el tuyo. La noche de hoy será el mío.
-¿Deberían ser distintos?
-¿Nuestros comienzos? Pienso que sí.
-¿Habrá más?
-Muchísimos más. ¿Tienes los ojos cerrados?
-Sí. ¿Y tú?
-Sí. Aunque está todo tan oscuro que casi da lo mismo.
-Siento... que soy algo más que yo.
-Siento... como si en mi corazón se hubiese abierto una nueva cámara.
-Escucha.
-¿Qué?
-La lluvia.


Eleanor Catton.
Las luminarias.
Siruela.
Traducción: Celia Montolío. 

martes, 8 de abril de 2025

Entrenieblas







Salgo a caminar entre la niebla como si no hubiera un mañana. 
Como si las horas se amortiguaran entre los pasos andados. 
Como si los sonidos cotidianos se exiliaran en una tierra sin miedo. 
Como si más allá de los sueños se hubieran roto los espejos en los que esperarnos.

                                                                  MCH

lunes, 7 de abril de 2025

La muerte en directo


El 29 de junio de 1973 se produjo en Santiago de Chile lo que se dio en llamar “El Tanquetazo”, que no fue otra cosa que una sublevación militar abortada por las fuerzas leales contra el gobierno de Salvador Allende, previo al golpe de estado del 11 de septiembre, que sí consiguió su objetivo como todo el mundo sabe.
En el mencionado Tanquetazo, un camarógrafo argentino de origen sueco llamado Leonardo Henrichsen, que había salido a filmar los acontecimientos en compañía de otro periodista de la televisión pública de Suecia, grabó su propia muerte. En las imágenes, que pueden encontrar en el documental de Patricio Guzmán, titulado “La batalla de Chile”,  se ve como un miembro de una patrulla militar en las cercanías del Palacio de la Moneda, apunta contra el periodista y dispara. Posteriormente los soldados tiraron la cámara por una alcantarilla sin percatarse de que alguien lo estaba viendo y recuperó el equipo.
Cuento esto por similitud con lo que he escuchado en un programa de radio recientemente respecto a unas imágenes de un teléfono móvil que ha aparecido en el bolsillo de un muerto, enterrado junto con otros compañeros en una fosa clandestina de Gaza, en Palestina.
El muerto, que mantuvo la cámara de su teléfono encendida,  y sus compañeros eran médicos de un hospital, pero el gobierno de Israel, fiel a su costumbre de mentir impunemente, los acusó de terroristas de Hamás.
Las imágenes, parece ser que lo desmienten. Iban desarmados, eran médicos, vestían ropa de médicos y estaban perfectamente identificados como médicos, en contra de las, siempre burdas,  manifestaciones de Israel y la frialdad de la opinión pública mundial que tiene ojos solamente para la infecta zanahoria de los aranceles norteamericanos. Entretenidos nos quieren.
Por cierto, adivinen quien se esconde en la sombra de ambos sucesos. No importa que entre uno y otro hayan transcurrido 52 años. El “amigo” dinosaurio sigue ahí.



domingo, 6 de abril de 2025

La carta


¡Qué lástima!
Que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria, 
ni una tierra provinciana,
ni una casa solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo
que ganara una batalla,
ni un sillón viejo de cuero,
ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria que apenas tiene una capa...
venga forzado a cantar
cosas de poca importancia.

                        León Felipe

                                                                      

En esta historia lo único que es cierto, por palpable, es la carta. Por ella han pasado algunos días menos de 87 años. Por tanto, es una venerable anciana, con su tono amarillento, con sus arrugas y con las señales, tan ciertas como real es la carta, de una decrepitud mal admitida.

No esperen los lectores habituales de estas crónicas desmemoriadas esa inflexión ligeramente académica, esa sucesión de datos firmes y creíbles que van confeccionando el traje de la verosimilitud, tan propio de cualquier estudio historiográfico que se precie. Ni siquiera esperen esa asepsia en la que se sitúa el narrador para no caer en lo personal, para no inmiscuirse en demasía en lo narrado. No. Aquí estamos hablando de memoria, recordando de memoria; estamos hilvanando las finas y frágiles costuras que unen las evocaciones de una madre ya fallecida con ese vaho en el cristal que son los cuentos antiguos de infancia pobre que guarda en un rincón de su cerebro un hijo en los últimos tramos ya de su madurez.

Estamos, en definitiva, hablando de dos memorias más o menos encadenadas, pero completamente fragmentarias: las que unen las vicisitudes del abuelo en una lejana fecha de abril de 1938 con los difusos y escasísimos pormenores de aquellos días que quedan en la memoria familiar del nieto.

El abuelo nunca hablaba de la guerra. Al menos nunca le hablaba de la guerra al nieto adolescente. El abuelo era más de silencios. O, en todo caso, de pequeñas interlocuciones en las que se entremezclaba la época de sallar las patatas con el momento de ir a segar los prados, o de arrear las vacas al bebedero. No obstante, el abuelo murió hace bastantes años y es posible que sus temas de conversación favoritos se hayan ido muriendo paulatinamente con él. Al menos en los recuerdos de su nieto mayor.

La que sí hablaba más era su hija. O sea, mi madre.

La recuerdo a ella sentada a la estrecha mesa de la cocina de la casa en la que vivíamos, quinto piso de barrio obrero de aluvión, escuchando “Simplemente María”, la radionovela del momento, o los consejos rancios de una tal Señora Elena Francis, estrictamente dirigidos al público femenino de la época. Pero sobre todo la recuerdo, quizá porque era el rato que más nos gustaba a los dos, atenta a un programa de la radio local en el que los oyentes dedicaban canciones a sus familiares y amigos en el día de sus cumpleaños o de sus santos. Ahí era cuando, casi diariamente, alguien, vaya usted a saber por qué, solicitaba el “Corrido de Juan Bedoya”, una canción que debía estar de moda entonces y que refería el crimen de un “cuate” mexicano de poco lustre que nada tenía que ver con nosotros, pero que para los cántabros de entonces parecía tener un especial significado. Tal vez es que traía a cuento en las mentes del paisanaje -o quizá era una especie de rebelde contraseña con la intención de no olvidar- el final legendario, unos años antes, de Juanín y de Bedoya, los últimos guerrilleros de la Liébana. Mi madre, entonces, cuando acababa la canción, me contaba a media voz y con tono de misterio los pocos detalles que trascendían de sus vidas y sus muertes en aquellos años oscuros. Era un poco novelera mi madre. Aunque ahora que lo pienso, quizá yo, ávido de sus fabulaciones, también.

Era después, en el momento en que el clima se ponía apto para las confidencias y para las historias cercanas, mientras se freían los bocartes o se guisaban los caricos para el día siguiente, cuando mi madre contaba sobre el pueblo y sobre la familia. 
Su padre, es decir, mi abuelo, había nacido alrededor de 1910. Algunos de sus hermanos, no todos, marcharon muy jóvenes a hacer las Américas, se radicaron en el estado de Florida y no regresaron jamás. Pero mi abuelo no. Él se quedó en el pueblo y fue agricultor toda su vida. O casi. 

Mi madre nació en 1936. La guerra había empezado justo tres meses antes. Nunca me explicó si para entonces mi abuelo ya se había ido a defender el Frente Norte. Tampoco sé por qué fue. Si obligado por las circunstancias y, en su caso, por el gobierno legal de la República, como fueron tantos en uno u otro bando, o si había ciertamente una conciencia ideológica o leal que le hizo marchar.

La única vez que conseguí hablar con él al respecto no se extendió mucho. Era el comienzo de la Transición y había vuelto la democracia, pero los de mi edad apenas teníamos noción de lo que era y ellos habían olvidado prácticamente para qué servía.

El caso es que no conseguí arrancarle datos concretos, más por mi inexperiencia y desconocimiento que por su falta de interés. Ni dónde había estado, ni en qué batallón, ni cuándo había caído prisionero. Solamente se extendió un poco más para decirme con muchísima ironía que no pensara que yo había sido el primero de la familia en ir a la universidad. Que él había estado antes.

Así me enteré de que su primer destino como preso de la dictadura había sido el campo de concentración que se habilitó en Vizcaya, tras los muros de la Universidad de Deusto. Y nada más. Nada más. El resto de las pocas cosas que a lo largo del tiempo conseguí averiguar se lo debo a mi madre.

Ella me contó, sin especificar, que en su periplo carcelario como prisionero de guerra el abuelo vagó por otros lugares.

La carta, esa carta que aparece entre los papeles de mi madre cuando ella fallece, al menos indica dos más. 

Pero antes de continuar, vamos a detenernos por un momento en esa carta, verdadera protagonista de este tortuoso ejercicio de memoria.

El encabezamiento de la misma es un membrete, elegante y de enormes proporciones (ocupa casi la mitad de la cuartilla), de una fábrica y comercio de muebles con oficinas y almacenes en distintas poblaciones de la cuenca minera de Asturias (La Felguera, Sama de Langreo y Mieres). También aparece el nombre del propietario de la fábrica que es, a su vez, el firmante de la carta: Arturo Ezama. Hago una búsqueda en Internet y compruebo con cierta sorpresa que esa empresa de muebles sigue existiendo. Incluso publicita su antigüedad en el ramo (130 años en el mundo del mueble).

Más abajo figura la fecha de envío: 5 de abril de 1938. Y tampoco podía faltar en tiempo de guerra la referencia al comienzo de la misma con aires victoriosos: 2º año triunfal. Para entonces ya había caído todo el Frente Norte y la contienda continuaba por otras latitudes de la península.

A la misma altura que la fecha aparece estampada con típica tinta azul la efigie de Francisco Franco con gorro cuartelero (denominado de forma castiza como chapiri), que se haría usual durante una época en todo tipo de documentos, e incluso en fachadas de edificios, como antecedente sempiterno de su presencia en la vida de este país durante decenas de años.  

La carta se remite a mi abuelo Ángel, natural y vecino de Escalante. Sin embargo, no está dirigida a esta localidad del oriente de la entonces provincia de Santander, sino a la ciudad (o a la provincia) de Orense. En la misiva se menciona también la localidad de Castropol, enclave costero asturiano en el límite con la provincia de Lugo. Lo cual nos da pistas, someras eso sí, del trayecto que su vida militar siguió desde que fue derrotada la resistencia del ejército leal a la República en la Cordillera Cantábrica, en el límite con la provincia de Burgos, hasta su regreso a casa varios años después.  

A este respecto contaba mi madre que ella recordaba perfectamente el día en que fue bautizada. Tendría más o menos cinco o seis años, caminaba sola, y con cara de asco le dijo alguna inconveniencia al cura cuando, dentro del ritual, este le puso sal en los labios. Todo ello debido a que su madre, mi abuela, se negó a que se bautizara a la primogénita antes de que su marido volviera de la guerra. Esto, calculando, debió producirse hacia 1941 o 1942. Para entonces mi abuelo sumaba al tiempo en el frente, el de su peregrinación por campos de concentración y batallones de trabajo más el tiempo de lo que se dio por llamar “la mili de Franco”, que afectó a muchos soldados republicanos y que solía durar aproximadamente tres años. 

Pero, volvamos a la carta. En la localidad de Castropol, que se menciona en la misma, existió desde agosto de 1937 hasta febrero de 1943 un campo de concentración formado por barracones a la orilla del mar, el de Arnao, que en su primera fase albergó como prisioneros a soldados de la República y posteriormente a familiares, enlaces y colaboradores de la guerrilla. Es muy probable, por tanto, que en el periplo del soldado Ángel Haya Haya el campo de Arnao fuera una de sus estaciones, al menos hasta fechas anteriores al 17 de marzo de 1938, tal como se desprende de la carta que el señor Arturo Ezama le envía desde La Felguera. Su siguiente destino fue, siguiendo con la misiva, algún lugar indeterminado de la ciudad o de la provincia de Orense. Del mismo modo que, siguiendo con las cavilaciones, antes del campo de Arnao pudo encontrarse detenido de forma transitoria en algún espacio habilitado dentro del área de influencia de La Felguera o de  Sama de Langreo, donde pudo conocer quizá a la familia Ezama.   

Del contenido de la carta es posible extraer rasgos de la naturaleza educada y amable de Arturo Ezama pero es difícil, desde el muro insalvable del tiempo pasado, llegar más allá y muchas preguntas, demasiadas, se quedan en el aire. ¿Cómo se conocieron? ¿Qué tipo de relación se entabló con la familia Ezama para que el remitente le enviara a mi abuelo recuerdos de su esposa y de los niños? ¿Quién era Roque, el compañero de mi abuelo, y qué fue de él? ¿Era posible que en tiempos de guerra se pudiera establecer algún tipo de relación amistosa entre un prisionero combatiente de la República y una familia perteneciente, presumiblemente, a la burguesía asturiana? ¿Estaremos en nuestras conjeturas completamente desencaminados? 

Una de las historias que mi madre me contaba en mi adolescencia era que mi abuelo, estando preso en algún lugar, desde una ventana veía pasar todos los días a una chiquilla camino de la escuela o de su casa y que en una de esas ocasiones se animó a tirar un papelito, una especie de S.O.S., dando su nombre y el de un compañero y solicitando ayuda, algún tipo de provisión que les permitiera sobrellevar de mejor manera la carente alimentación a la que se encontraban sometidos. En el cuento, la niña recogió el mensaje y a partir de unos días después, alguien les hizo llegar de forma reiterada una cantidad suficiente de víveres como para subsistir en aquellos días con cierta largueza.

He de reconocer que a mí, entonces y durante mucho tiempo después, esta narración me sonaba a fábula, a romance de caballeros o de princesas atrapadas en una torre por un ogro o por un padre en exceso celoso. Patrañas de un Segismundo soñador. 

También me hablaba mi madre, quizá otra leyenda, del miedo que, según le contaba, atenazaba a mi abuelo en aquellos lugares de amargura y soledad cuando en muchas jornadas, casi siempre al anochecer, llamaban a voz en grito a algunos de sus compañeros de encierro. Gente que salía misteriosamente, y sin apenas despedida, por la puerta de las celdas para no volver. 

Hoy, ninguno de los que me transmitieron lo relatado, ni mi abuelo ni mi madre, que de algún modo fue mi memoria de las cosas no vividas, están entre nosotros. Son el humo de la Historia. Y, por tanto, mi memoria es ya solamente este retazo viejo de papel que habla, entre líneas, de unos tiempos que únicamente supongo. Tiempos de desdicha y de fatigas que tal como acostumbraba a decir él, con muchísima sorna en algunas ocasiones, podían ser verdad y no haber ocurrido.


Texto publicado en Desmemoriados.org y en eldiario.es cantabria
A 5 de abril de 2025


jueves, 3 de abril de 2025

Nekane a los veintiséis

Ruta del Alba. Parque Natural de Redes (Asturias) 
 

miércoles, 2 de abril de 2025

El Alta


Los del Alta, cuando íbamos al centro para algún tipo de gestión o para acudir al médico, siempre decíamos que bajábamos a Santander, como si aquellas alturas que nos albergaban fueran aún una continuación de los pueblos de donde venían nuestros padres, y a los que nosotros regresábamos todos los años para pasar los veranos.
En realidad El Alta era solamente una delimitación, una larga línea fronteriza con árboles en fila a ambos lados. Porque nosotros, de donde éramos de verdad era de la ladera norte; esa que daba la espalda a una ciudad inverosímil en la que nos adentrábamos rara vez y únicamente para cosas serias y de mayores. Solamente hacíamos una salvedad, cruzando el callejón de la mona, para ir a cambiar tebeos al quiosco de Benjamín o para conquistar de cuando en cuando las  habitualmente vedadas pistas deportivas del Colegio de La Salle. Para qué nos íbamos a alejar más.
La ladera norte adonde miraba de verdad era a ese mar de los pobres de entonces que seguimos llamando La Maruca. Allí con el buen tiempo y cuando aún era un lugar tierno y salvaje, nos dirigíamos todos los del barrio, familias enteras en procesión pertrechadas con sombrillas, sillas de playa y neveras portátiles a pasar buenamente los días de asueto y sus canículas. 
El Alta era una arteria larga que, en nuestro lado, estaba repleta de barrios repetidos como si todos, en aquellos edificios tan iguales de ladrillo y hormigón, fuéramos siameses. Por allí, por aquella carretera, pasaban algunos vehículos atufando a los plátanos y a los viandantes que deambulaban en los atardeceres. Alguna vez veíamos pasar una vuelta ciclista, como aquella en la que, en uno de mis primeros recuerdos infantiles, una moto del séquito atropelló a un niño imprudente que a veces jugaba conmigo. También pasaba por delante todos los días, desfilando, la tropa del cuartel camino de la Virgen del Mar y vuelta. Y nosotros nos asomábamos a las aceras por ver a nuestros hermanos mayores o a nuestros primos, marciales y uniformes. Supongo que tan marciales y uniformes como aquellos otros que pasaron por allí mucho tiempo antes de que naciéramos y a los que, parece ser, mandaba un general que tenía el nombre que la oficialidad se empeñaba en poner a nuestra calle que, como todo el mundo sabía por aquellos contornos, solamente tenía un nombre verdadero. El Alta. Sin más. 

martes, 1 de abril de 2025

Abril es Mayo


Abril es Mayo en el jardín
encendiéndose 
en los pétalos de las margaritas.



jueves, 27 de marzo de 2025

Sin Tarima Libros

    Librería Sin Tarima. Madrid.

Si en el mismo paisaje te encuentras una viñeta de Forges, un cartel que nombra a Chile y un mapa de Palestina, ¿qué haces?
Haces la fotografía para que no se te olvide y luego entras a la librería como si entraras a la nave de los locos y, ¡claro!, te compras un libro, porque comprarse un libro es homenajearte a ti y homenajear a la librería.
 

jueves, 20 de marzo de 2025

Son de negros en Cuba

 


Cuando llegue la luna llena iré a Santiago de Cuba,
iré a Santiago
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmera.
Iré a Santiago.
Cuando la palma quiere ser cigüeña,
iré a Santiago.
Y cuando quiere ser medusa el plátano, 
iré a Santiago.
Iré a Santiago
con la rubia cabeza de Fonseca. 
Iré a Santiago.
Y con el rosa de Romeo y Julieta
iré a Santiago.
Mar de papel y plata de monedas.
Iré a Santiago.
¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas!
Iré a Santiago.
¡Oh cintura caliente y gota de madera!
Iré a Santiago.
Arpa de troncos vivos. Caimán. Flor de tabaco.
Iré a Santiago.
Siempre he dicho que yo iría a Santiago
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Brisa y alcohol en las ruedas, 
iré a Santiago.
Mi coral en la tiniebla,
iré a Santiago.
El mar ahogado en la arena,
iré a Santiago.
Calor blanco, fruta muerta,
iré a Santiago.
¡Oh bovino frescor de cañaveral!
¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro!
Iré a Santiago.


Federico García Lorca.
Poeta en Nueva York.
Colección Huerta de San Vicente.
Editorial Comares/Huerta de San Vicente. 
 

lunes, 17 de marzo de 2025

El cristal de la despedida


Me acuerdo de Irlanda, o más bien de las ovejas de Irlanda
y de aquella carretera áspera, calamitosa, nocturna y solitaria
por la que íbamos sorteando ovejas tumbadas perezosamente
al calor del asfalto. Me acuerdo de su lana señalada
de verde o de escarlata: Ovejas punkies decíamos.
Me acuerdo de la Garda que nos esperaba a la vuelta de una curva
en la que las ovejas parecíamos nosotros, tan despistados,
tan felices de estar allí y no en otra parte, tan felices de estar vivos,
tan llenos de la noche y tan perplejos, 
que las desacostumbradas estrellas del cielo
nos salían por los ojos como encendidas levedades
o como sueños que soñábamos despiertos.
¿Qué hacen ustedes por aquí a estas horas tan tardías,
por estos lugares abandonados en los que a nadie
se le ha perdido nada, salvo ovejas, tal vez, o rutas insondables?
Me acuerdo de las ovejas, pero no recuerdo si mentimos
a aquel uniforme azul con nuestra sonrisa más convincente
y nuestro desafortunado y triste inglés de egebé.
O quizá es que no tenía sentido alguno inventar fábulas
cuando, poniendo por testigo a las ovejas, dirigíamos los pasos
a la primera taberna que encontráramos en el camino
y a la última pinta que honrara convenientemente,
sin saberlo todavía, el amargo y futuro trago de las despedidas.

                                                    MCH

sábado, 15 de marzo de 2025

Peatón

                                                                                                           Hanoi. 2002.

Sí, es un paso de cebra, pero es un invisible paso de cebra para todos salvo para el peatón. Por tanto el tema de las preferencias de paso queda un poco diluido. No digamos ya la cuestión de los semáforos en rojo, que directamente no significan nada.
Al peatón le costó cierto tiempo acostumbrarse a las avalanchas de motocicletas que nunca se detenían y empezó a observar los ademanes de los viandantes del lugar. Había que cruzar la carretera decidido, en línea recta, sin mirar a los lados, sin dudar lo más mínimo, encomendando su naturaleza y su espíritu a la pericia de los motoristas que lo sorteaban como si fuera una nadería, un pequeño estorbo en su continuo deambular, en un perpetuum mobile de motores estridentes. Jugarse el físico al mahjong.


viernes, 14 de marzo de 2025

Tiempos de vigilia

El 12 de marzo de 2020, algo debíamos barruntar porque escribí en el blog (ya sé que se han pasado de moda, como yo, pero los sigo prefiriendo) lo que aparece en la fotografía. Mi perro Mayo aún estaba vivo, aunque a partir de ahí empezó a decaer de forma inexorable, y a él le debo unos cuantos paseos liberadores durante el encierro. Esta entrada del blog fue el comienzo de una sucesión de escritos, uno cada día, que sirvieron para llenar mi tiempo, mantener la cabeza ocupada y no rendirme en los tiempos de vigilia que llegaban.
Hubo un momento, algún mes después, en que tomé la determinación de concluir con aquella ristra de textos que tomaron el nombre de "Esto no es un diario" y así lo anuncié. Mi sorpresa llegó cuando comencé a recibir mensajes de amigos y conocidos pidiéndome que no lo dejara pues a ellos, como a mi, les servía y les hacía compañía. Lo cierto es que seguí con ello, aunque ya no bajo el mismo título. La cosa se extendió hasta finales de octubre en el que yo también contraje el Covid 19, en un momento en el que aún no había vacunas a las que agarrarse como a un clavo ardiendo. ¿Miedo?, pues sí. ¿Esperanza?, también. Pero también rabia e indignación, y algo de escepticismo ante los cantos en los balcones y ante las taras de egoísmo de las que llegaban noticias.
Desde luego, mejores no salimos, pero hubo mucha entrega y generosidad que venía de serie. Como de serie venía también, sin embargo, ante lo extraordinario, ese mundo de delatores y de olvidos conscientes que caracteriza en gran medida al género humano.
En suma, nada nuevo bajo el sol. La capacidad de lo mejor y de lo peor va implícita.
Ayer estuve viendo en televisión testimonios de gente que perdió familiares de la peor manera posible y de personas que relataron la crudeza de su trabajo en las residencias en aquellos días. Y ayer, como entonces (todavía tengo capacidad de sorprenderme), seguían acudiendo, silenciosamente, las lágrimas a mis ojos.

 

Retrato cohibido

El óvalo de tu cara 
en cuarto creciente
y una mano que 
sostiene la tormenta.
Los dedos a punto
de levantar el vuelo
 como pájaros al aire.

                                          MCH
 

martes, 11 de marzo de 2025

La poesía


Tengo una amiga que durante varios años consecutivos me felicitaba un día de marzo, simplemente con un "felicidades, poeta", sin que yo supiera exactamente el motivo (por entonces tan indeterminado para mi como el día de marzo). Al principio yo lo achacaba a la cercanía de San Patricio (17 de marzo), por aquello de mi afición a lo irlandés (aunque no tanto a lo religioso), pero tampoco me cuadraba claramente. 
Con el tiempo (dos o tres años después, llámenme obtuso) descubrí la verdadera razón, cuando advertí que hay un día para todo, hasta el punto de que no tiene suficientes días el año para tanta onomástica, para tanto todo.
Pues bien, el día 21 de marzo es la celebración del día de la poesía. Quítenle el miedo, por favor, aunque sea por ese día. Sepan que la poesía, se fabrique con mayor o menor fortuna (eso ya es otro cantar), es el rasgo más representativo de la alquimia. Ustedes toman las palabras, las reducen a cálidas emociones en un matraz, las escancian como lágrimas, gota a gota, y las recogen con esmero en unos pocos versos. Ustedes creen que ahí está la poesía y, sin embargo, lo más probable es que se encuentre en otra parte, en lo invisible, en el vapor que en el proceso se escapa.
¿Es, por tanto, la poesía inalcanzable? Más bien no. La poesía es, tal vez, uno de las manifestaciones más humanas y, por tanto, está, si se quiere percibir, en todas partes. Se puede respirar mezclada con el aire. 
Entonces, ¿por qué limitarnos a respirar un día pudiendo hacerlo siempre?   

miércoles, 5 de marzo de 2025

La sopa


Voy a dejar de leer los telediarios. Voy a dejar de ver la radio. Hasta voy a dejar de escuchar la prensa. 
Ahíto estoy. 
Antes fue el zar de Ucrania. Luego el portavoz del ejercito israelí, con su cara de bobo, que no recuerdo cómo se llamaba ni me importa. Y ahora él, el matón del barrio, esa especie de extorsionador que recuerda al correo chungo enviado por la mafia calabresa para sacar la pasta a los humildes tenderos de la cocina del infierno. Protección lo llaman.
Todo el puñetero día, desde hace años, frente a mi, enrocados en la sala de estar, apoltronados en el sillón orejero, dictándome su basura a la hora de comer mientras me acabo la sopa. Esa sopa hecha de miserias y de espeluznos. 
Que podría parecer de fideo, pero es de perdigones. 

lunes, 3 de marzo de 2025

Cita con la Historia

 La historia no se repite, pero rima.

                                            Atribuida a Mark Twain


domingo, 2 de marzo de 2025

La casa de Yannis Ritsos


Al sur del Peloponeso se encuentra la ciudad de Monemvasía. Y a la entrada del recinto amurallado, nada más atravesar el itsmo que la une al continente, te tropiezas con la casa natal del poeta Yannis Ritsos. 
Si alguna vez sus pasos les acercan por esos lugares no dejen de conocer Monemvasía, tampoco la poesía de Yannis Ritsos.


Nadie sabe nada de nosotros cuando hablamos en voz muy baja al oído de una mariposa.
Nadie recuerda cómo conversó con el alba cuando las flores conocían su voz y los pájaros, llevando banderas y clarines, desfilaban como soldaditos de plomo por el sendero que esbozaba el primer rayo de luz.
Nosotros algo recordamos cuando la primavera abre las ventanas y sacude las sábanas del sueño en medio de la luz.
Por algún lado se vislumbra el mar.
El campo se acerca semejante a una verde tortuga que despierta.
Después, el campo se vuelve igual al campo y nosotros a niños que jugamos en el campo. 

Yannis Ritsos
Sueño de un mediodía de verano
Traducción de Selma Ancira.
Acantilado.

sábado, 1 de marzo de 2025

viernes, 28 de febrero de 2025

Derogaciones y recontraderogaciones


No tengo ni idea de hacia dónde derivará la admisión a trámite por el Tribunal Constitucional de la derogación de la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Cantabria, porque uno, aunque prefiere ahorrarse la contemplación de los laberintos en los que nos meten los leguleyos, ya se está acostumbrando al vértigo de las decisiones judiciales de este país.
Pero creo que si puedo decir que los derogadores, que ya se han apresurado a justificar y a manifestar que aquí no pasa nada, yerran a sabiendas cuando señalan que el revés que sufren con ello es una simple cuestión administrativa que no les va a apartar, prietas las filas, de sus íntimos y húmedos deseos. Veremos, porque hay partido, más popular (ya está bien de hurtarnos las palabras) y más transversal que el suyo.
También afirman, con cierta malevolencia, que la misma legitimidad tiene el estoque que ellos aplicaron a la ley como la misma ley promulgada en la anterior legislatura. Y sin embargo, miren que me parece a mí que no. La "vacuca" por lo que vale. De ninguna manera, ni real ni moralmente, es lo mismo una derogación para el olvido que una ley para los olvidados.
Imagínense el caletre de estos adefesios y, sobre todo, de sus socios, que ya han dado sobradas muestras de sus desatinos a lo largo y ancho de esta tierra de conejos. Imagínenselos. Con la misma lógica disparatada con que cargan sus miserables trabucos ideológicos podrían legitimar cualquier cosa: el regreso de la esclavitud, el partido único, las lobotomías para los que no son como ellos, los campos de concentración para inmigrantes en países intermedios, las vallas gigantes en las fronteras, los resorts y las piscinas en territorios previamente bombardeados...
La biblia en verso, ¿no? 
 


viernes, 21 de febrero de 2025

Pinzón vulgar (pero menos)


En mi visita a La Gomera me topé con este ejemplar de pinzón en las alturas del Parque de Garajonay. Un poco raro me pareció su aspecto hasta que descubrí que se trata de una subespecie endémica que se encuentra en tres de las islas Canarias. Su nombre científico: Fringilla canariensis. 

jueves, 20 de febrero de 2025

Hoy me he levantado de aquella manera


Tú.
Con tus labios infinitesimales en forma de o,
como a punto, siempre, de hacer aritos
con los vapores mefíticos del agente naranja.
Tú,
con tus puñitos sincopados
y tus teatrales aires de “duce” espasmódico.
Tú, con tu tupé
de “gangster” de opereta.
Tú, con tu tupé
de extorsionador de tres al cuarto
en la cocina del infierno.
Tú con tu tupé
de agente inmobiliario de los territorios arrasados.
Tú,
patriarca enano de arribistas.
Tú.
¿Conoces acaso la esencial diferencia que marca
un mero, sencillo y humilde signo?
Por ejemplo, entre las palabras
“disparate” y “DISPÁRATE”
¿Sí? ¿No? ¿Tal vez?
Es solo, en sentido amplio, una simple virgulilla,
como tu tupé
o como la que luces,
so hez,
entre las piernas.

 

lunes, 17 de febrero de 2025

Los enamorados


 Veían animales en la cordillera,
animales que no suelen vivir en la cordillera
sino más bien en climas cálidos,
el mundo se poblaba en un instante
y el arca de Noé se desplazaba hacia la costa:
el mundo era una sola presencia.
En este ir y venir pasaron algunos de sus días felices
y al regresar no cabían ya en la realidad.

                                                     Pedro Lastra.

Baladas de la memoria.
La Cruz del Sur. Pretextos.


domingo, 9 de febrero de 2025

Canciones


mirlos,
herrerillos,
zorzales,
camachuelos,
chochines,
carboneros,

de árbol a árbol,
de niebla en niebla,
en la verde y gris
espesura,
cantan palabras 
que solo comprendo

entre la soledad
y el corazón.

                                                               MCH


 

sábado, 8 de febrero de 2025

Bandericas



Luis Melgarejo.
Los poemas del bloqueo.
Cuadernos del Vigía.


martes, 4 de febrero de 2025

Lo inútil

 


No se trata de eludir neciamente la responsabilidad por las cuentas que no cuadran. Pero tampoco es posible ignorar la sistemática destrucción de toda forma de humanidad y solidaridad: los bancos y los acreedores reclaman implacablemente, como Shylock en El mercader de Venecia, la libra de carne viva se quien no puede restituir la deuda. Así, con crueldad, muchas empresas (que se han aprovechado durante décadas de la privatización de los beneficios y la socialización de las pérdidas) despiden a los trabajadores, mientras los gobiernos suprimen los empleos, la enseñanza, la asistencia social a los discapacitados y la sanidad pública. El derecho a tener derechos -para retomar un importante ensayo de Stefano Rodotà, cuyo título evoca una frase de Hannah Arendt- queda, de hecho, sometido a la hegemonía del mercado, con el riesgo progresivo de eliminar cualquier forma de respeto por la persona. Transformando a los hombres en mercancías y dinero, este perverso mecanismo económico ha dado vida a un monstruo, sin patria y sin piedad, que acabará negando también a las futuras generaciones toda forma de esperanza.
Los hipócritas esfuerzos para conjurar la salida de Grecia de Europa -pero las mismas reflexiones podrían valer para Italia o España- son fruto de un cínico cálculo (el precio a pagar sería aún mayor que el supuesto por el frustrado reembolso de la deuda misma) y no de una auténtica cultura política fundada en la idea de que Europa sería inconcebible sin Grecia porque los saberes occidentales hunden sus remotas raíces en la lengua y la civilización griegas. ¿Acaso las deudas contraídas con los bancos y las finanzas pueden tener fuerza suficiente para cancelar de un solo plumazo las más importantes deudas que, en el curso de los siglos, hemos contraído con quienes nos han hecho el regalo de un extraordinario patrimonio artístico y literario, musical y filosófico, científico y arquitectónico?
En este brutal contexto, la utilidad de los saberes inútiles se contrapone radicalmente a la utilidad dominante que, en nombre de un exclusivo interés económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado, las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el horizonte civil que debería inspirar toda actividad humana. En el universo del utilitarismo, en efecto, un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro: porque es fácil hacerse cargo de la eficacia de un utensilio mientras que resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte.

Nuccio Ordine.
La utilidad de lo inútil. Manifiesto.
Acantilado. 

jueves, 30 de enero de 2025

Laurisilva







He tenido la oportunidad de conocer un bosque de laurisilva en mi visita a La Gomera. También he tenido la posibilidad y el placer de perderme -en modo figurado- en él. Y digo placer porque he sentido que me adentraba en algo parecido a una catedral de la naturaleza. Todos mis sentidos alerta: el silencio calmado que acentúa la niebla, los perpetuos colores, de los verdes a los pardos, el aroma de lo misterioso y de lo desconocido, el tacto de la madera y del musgo, el gusto por lo  agreste y por lo indómito que nos lleva siempre e inevitablemente a la fascinación por las maravillas. 

martes, 21 de enero de 2025

Un beso


Quizá nunca sea el momento exacto 
y siempre se cruce ante nosotros
el lugar de las confidencias
y de lo que antecede, las señales de lo vivido,
el naciente pálpito de que en todo 
se conjuga el verbo y la música ininterrumpida
de lo que existe y de lo que muere,
la presunción de lo que sucederá. 

Tal vez, el ojo humano jamás tenga la facultad de captar
en toda su extensión 
los significados,
las palabras,
las que se dicen y las que no,
el sentido de lo infinito
en un solo
y necesario
gesto.


                                                               MCH

jueves, 16 de enero de 2025

¿A dónde han ido todas las flores?


Ahora pretenderán convencernos de que los principales impulsores de una guerra, que no es guerra sino genocidio, son los idealistas de un alto el fuego y de una paz que no es paz sino opresión.
Una gran mayoría de medios de comunicación se ponen a ello con la dedicación de los lacayos.
Un presidente infecto que se va y otro, golpista y delincuente, que regresa. Y en el interín ambos compiten de nuevo para ver quién es el adalid más carnavalesco de una conciliación que es, en realidad, una bota pisando sobre la tierra que cubre a los muertos de su indecencia.
¿Y ahora qué será de ellos? ¿A dónde han ido todas las flores? ¿Serán un borrón más en la oscura historia del olvido?
¿La Corte Penal Internacional y los dirigentes del mundo, con sus palabras huecas, mirarán para otro lado? ¿Jamás reconocerán a los asesinos?

domingo, 12 de enero de 2025

Nos siguen crujiendo las cuadernas


Feliz cumpletodo, 
compañero,
donde quiera
que estés.

Que sepas
que aquí
nos siguen crujiendo
las cuadernas.

sábado, 11 de enero de 2025

Lágrimas


James Smithson nunca se casó, nunca tuvo hijos y, hasta donde llegan mis conocimientos, tampoco queridas. La única relación que tuvo fue un noviazgo con Louise Hodges, su prima, que tan pronto como hubo comenzado, concluyó. Cuando fue anunciada la ruptura y la flamante prometida rompió a llorar, para consolarla de este sinsabor James sacó el tubo de ensayo que siempre llevaba consigo y, recogiendo con sumo cuidado tres lágrimas, las observó en un microscopio y las sometió a un análisis químico.
En el humor lacrimal derramado por Miss Hodges, James Smithson identificó diversas sales minerales, entre las cuales figuraban el sodio, el cloro, el potasio, el calcio, el magnesio y una cantidad inesperada de fósforo, probablemente motivada por la amargura.
También descubrió que, al igual que los copos de nieve, cada lágrima poseía una arquitectura propia, determinada por la emoción. Las lágrimas de alegría eran romboidales, con ángulos agudos. Las lágrimas de tristeza, en cambio, adoptaban formas elípticas. Las lágrimas de aburrimiento, provocadas por un bostezo, al igual que las lágrimas basales derramadas de continuo para lubricar el ojo, se distinguían por su forma esferoidal.
Años más tarde, los estudios de Fourcroy confirmarían estos hallazgos.

Diego Vecchio.
La extinción de las especies.
Anagrama.    

 

miércoles, 8 de enero de 2025

Y no pensar en nada


 Y NO PENSAR EN NADA


Bendita eres tú, pereza,
porque estamos por que seas
presos del verso que reza
"Merece lo que deseas".
Eres la piedra de toque
de todo aquello por lo que
vale más que ser estar:
Un crepúsculo, un orgasmo,
o el metódico entusiasmo
con que el mar es siempre el mar.


Francisco Castaño.
Libro de las maldades.
Poesía Hiperión. 

martes, 7 de enero de 2025

El Paréntesis de Gutenberg


Escucho en la radio esta mañana la expresión "Paréntesis de Gutenberg". Es un término nuevo para mi que, de pronto, desata mi curiosidad, ya que un comentarista lo expresa relacionado con la ola de fanatismo de extrema derecha (por decirlo en infumables términos políticamente correctos) que invade el mundo. El periodista lo destaca al hilo de los porcentajes de jóvenes que manifiestan intenciones de voto parafascista. 

Me pongo a leer sobre la significación del concepto y descubro que los iniciadores de la idea consideran que los 500 años aproximados desde la invención de la imprenta hasta nuestros días no dejan de ser eso, un paréntesis, una isla, en el desarrollo (¿desarrollo?) del ser humano. Antes existió la oralidad como forma de comunicación y ahora volvemos a lo mismo con el auge de la tecnología de internet. Parece que el futuro que pintan es el de seres ágrafos e iliterarios con la inmediatez por bandera. O al menos es lo que entresaco. Lo cual no deja de traslucir un paisaje sumamente lúgubre a mi entender.

Que Don Johannes nos pille irredentos a los acumuladores de libros.  

sábado, 4 de enero de 2025

Gerda Taro o la manera de mirar


Tal vez empezaba a darse cuenta de que tenía un arma en la mano, por eso aquellas caminatas se iban convirtiendo, cada vez más, en un punto de fuga personal, una manera propia de asomarse al mundo, un poco asombrada todavía, quizá demasiado contradictoria. La manera de mirar es también la manera de pensar y de encarar la vida. Más que ninguna otra cosa deseaba aprender y cambiar. Era la ocasión perfecta para hacerlo, el instante en el que todo estaba por suceder, en que el rumbo de la vida todavía podía modificarse. Muchos meses después, en la alta madrugada de otro país, bajo el tableteo de las ametralladoras a cinco grados bajo cero, se acordaría de ese momento inicial cuando la felicidad era salir de caza y no matar al pájaro.

Susana Fortes
Esperando a Robert Capa.
Planeta.