Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 27 de junio de 2019

Villaeles


    Villaeles de Valdavia- Palencia.

Hacía más de cuarenta años que no pasaba por allí, pero todo sigue más o menos igual. Hay otro bar frente a la fonda en la que solíamos pernoctar. Más allá, como entonces, se extienden los campos en los que mi padre, mi tío y mis primos con sus perros y sus escopetas acechaban detrás de perdices, codornices y liebres.
Yo, por mi parte, nunca fui aficionado a la caza, pero ya sentía la pulsión de viajar y caminar por bosques y montes. En aquellos días llegar a Villaeles, tres personas y dos perros en un seiscientos era algo parecido a una odisea.
Recuerdo que yo iba de morralero, siempre detrás de la escopeta de mi padre o de mi primo, por si se escapaba algún tiro. 
Por entonces me leí las obras de Miguel Delibes sobre su amor por la caza, pero jamás me llegó suficientemente la parte que hablaba del acto de matar. Me quedaba más bien con las hermosas descripciones de la planicie castellana. 
Acompañé a mi padre durante dos o tres años y con él viví algunas de las vicisitudes, las conversaciones y las baladronadas de los cazadores, muy dados ellos a contar historias exageradas y hazañas que difícilmente pudieron ocurrir.
Luego me hice mayor y descubrí que había otros mundos y cambié el morral de los bocadillos por mochila en la que no cabían animales muertos ni cartuchos ni cartucheras.
Para entonces mi padre había dejado de cazar.

1 comentario:

  1. ¡Vaya recuerdos se han despertado en mi memoria al leer Villaeles! Y eso que para mi era un pueblo de paso, cuando en la libertad que me daba ser "celador" campaba por la tierras del norte Palentino en los años 90, reparando averías en pueblecitos como este y compartiendo con sus amables gentes muchas charlas y vivencias. Un gran abrazo.

    ResponderEliminar