Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 3 de marzo de 2022

La sol-hilaridad de la Vieja Europa


Y cómo vas a atreverte ni siquiera a pensar o a decir algo en contra de que se acoja a los refugiados de esta última guerra, si estás completamente de acuerdo con que cualquier ser humano debería tener derecho a recibir toda la atención posible para, al menos, atemperar el trauma que supone vivir un conflicto armado, abandonar tu país deprisa y corriendo sin desearlo, perder tus referencias, perder a tu familia y amigos, tener que empezar de nuevo, ser pobre en país extranjero, llorar a tus muertos en la lejanía...

Cómo vas a atreverte, si recuerdas aquellas fotografías antiguas en blanco y negro de tus propios compatriotas avanzando por los caminos que llevaban a Francia, que llenaban las callejuelas de los pueblos fronterizos como una nube imparable, que se morían de pena y de enfermedades en las arenas de Argelès, que abarrotaban barcos cargueros en las rutas de Argelia, de México, de Chile o de Cuba.

Cómo no vas a pensar en los sufrimientos de los expatriados sirios, afganos, yemeníes, chadianos, etíopes, saharauis, palestinos...

Cómo no vas a pensar en tu tierra, en tu país, en la vieja y miserable Europa ahora tan solidaria.

Cómo no vas a pensar en los que te dicen (gente de baja estofa y peores entrañas)  que a todos esos que los metas en tu casa.

Cómo no vas a pensar en la impiedad y en el nefando pecado de la hipocresía.

   

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