Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

viernes, 25 de marzo de 2022

Canto con ellos


Echo de menos de cuando en cuando el acto de cantar; algo que se hacía muy a menudo cuando yo era chaval y se juntaban en la barra de un bar unos cuantos parroquianos. Siempre recuerdo a mi tío en Güemes cantando con su amigo de infancia con unas voces potentes, hermosas, llenas de matices. Conseguían con sus cantos apegarnos un poco más a la tierra verde en que vivíamos. También recuerdo a los grupos de amigos de los quince y de los veinte años entonando canciones de amor, canciones protesta, canciones burlescas. No nos costaba nada arrancarnos para hacer veraz aquello de que quien canta su mal, su tedio y sus tristezas espanta. Recuerdo con ellos los viajes en tren, en autobús y también en los primeros y terribles coches de nuestra juventud con las mochilas en el maletero o sobre las rodillas, abrasando con nuestros gañidos estentóreos los temas de Victor Manuel, de Labordeta, de Carbonell o de Aute que salían del radiocasette. O de Víctor Jara que no cantaba por cantar ni por tener buena voz, sino porque la guitarra tenía sentido y razón. A nuestra manera éramos felices ante las guerras diarias. Éramos como el ruiseñor de Miguel Hernández, que cantaba encima de los fusiles y en medio de las batallas. 
Las que vendrían después. Aquellas en las que, por poco, casi nos olvidamos de cantar.  

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