Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

martes, 26 de enero de 2010

La nube en la boca

Son las palabras del mundo que están muertas. Y por eso los dioses modelaron la lluvia: para que no ahogara la tierra la dieron forma de nube, y en su idioma, que son todos los idiomas, quisieron llamarla nube. Pero las palabras estaban muertas. Sólo eran sonidos, extraños ruidos que los dioses no interpretaban: era el feroz bramido de la tormenta, la queja del árbol derribado, un murmullo de agua en los arroyos, sus propios pasos, con sus diversas cadencias, del sigilo a la urgencia, en el sendero.
Cuando todos los dioses hubieron fabricado su nube, de similar naturaleza, aunque de diferente forma dependiendo de sus propios modos, todos pusieron la nube en su boca y soplaron. Entonces todo el vaho de tanto aliento ascendió hasta lo más alto, y unas nubes confundiéronse con otras. Aquel día llovió una suerte de palabras con voz propia. Y tocaron la frente de los dioses y a sus ojos dieron nueva luz sobre las cosas. Y germinaron las semillas en sus bocas.

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