Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

sábado, 20 de abril de 2013

Esto no es el Cabo Norte

Mi intención secreta era ir a Cabo Norte. Llegar al extremo. Cumplir con el viejo sueño. Contemplar el mar de más allá, tras los hielos, donde comienza el sur.
Pero hace días he regresado de la península de Varanger, a un puñado de kilómetros de ese finisterre. En la ciudad de Vardo, a orillas del Mar de Barents, he mirado de frente durante unos minutos a otro abismo. Y jamás he llegado a Cabo Norte.
A los diecisiete años me compré una guía de los países escandinavos y un mapa que, en mi imaginación, me conducía directamente allí. En aquellos momentos aquel debía ser, al menos así supongo, el paraje más remoto que alcanzaba mi óptica del mundo. Y es que por entonces mis viajes más lejanos habían transcurrido siempre sobre el papel y a lomos del caballo de Miguel Strogoff o en la goleta llamada La Hispaniola con Jim Hawkins de comparsa.
Luego ya he estado en algunos sitios más y he leído suficientes libros para poder contar con otros  compañeros de viaje.
Pero ninguno de ellos me ha acompañado a Cabo Norte.
Y ya tampoco viene a cuento.

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