No sé cómo, ni por dónde, ni por qué llegaron los días
lentos,
ni cuándo se nos estrecharon los caminos y los prados
y con ellos el mapa de nuestro andar.
No sé cuándo nuestras miradas desconocieron
y nos convertimos en gente extrañada.
Debió ser de la noche a la mañana, amaneciendo.
o tras un recodo que te ocultó
mientras yo buscaba infructuosamente pájaros y poemas
y tú, al otro lado, musarañas, o topos o ratones,
excavando agujeros que llegaran más allá de las antípodas.
No sé qué día fue aquel en el que los dos nos hicimos
viejos
y nos creció el frío adentro y también la barba blanca y gélida
como en un mundo lleno de invierno que se iba aproximando,
así, poco a poco, tenuemente, casi sin que lo
advirtiéramos.
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