Voy a dejar de leer los telediarios. Voy a dejar de ver la radio. Hasta voy a dejar de escuchar la prensa.
Ahíto estoy.
Antes fue el zar de Ucrania. Luego el portavoz del ejercito israelí, con su cara de bobo, que no recuerdo cómo se llamaba ni me importa. Y ahora él, el matón del barrio, esa especie de extorsionador que recuerda al correo chungo enviado por la mafia calabresa para sacar la pasta a los humildes tenderos de la cocina del infierno. Protección lo llaman.
Todo el puñetero día, desde hace años, frente a mi, enrocados en la sala de estar, apoltronados en el sillón orejero, dictándome su basura a la hora de comer mientras me acabo la sopa. Esa sopa hecha de miserias y de espeluznos.
Que podría parecer de fideo, pero es de perdigones.
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