Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

viernes, 14 de marzo de 2025

Tiempos de vigilia

El 12 de marzo de 2020, algo debíamos barruntar porque escribí en el blog (ya sé que se han pasado de moda, como yo, pero los sigo prefiriendo) lo que aparece en la fotografía. Mi perro Mayo aún estaba vivo, aunque a partir de ahí empezó a decaer de forma inexorable, y a él le debo unos cuantos paseos liberadores durante el encierro. Esta entrada del blog fue el comienzo de una sucesión de escritos, uno cada día, que sirvieron para llenar mi tiempo, mantener la cabeza ocupada y no rendirme en los tiempos de vigilia que llegaban.
Hubo un momento, algún mes después, en que tomé la determinación de concluir con aquella ristra de textos que tomaron el nombre de "Esto no es un diario" y así lo anuncié. Mi sorpresa llegó cuando comencé a recibir mensajes de amigos y conocidos pidiéndome que no lo dejara pues a ellos, como a mi, les servía y les hacía compañía. Lo cierto es que seguí con ello, aunque ya no bajo el mismo título. La cosa se extendió hasta finales de octubre en el que yo también contraje el Covid 19, en un momento en el que aún no había vacunas a las que agarrarse como a un clavo ardiendo. ¿Miedo?, pues sí. ¿Esperanza?, también. Pero también rabia e indignación, y algo de escepticismo ante los cantos en los balcones y ante las taras de egoísmo de las que llegaban noticias.
Desde luego, mejores no salimos, pero hubo mucha entrega y generosidad que venía de serie. Como de serie venía también, sin embargo, ante lo extraordinario, ese mundo de delatores y de olvidos conscientes que caracteriza en gran medida al género humano.
En suma, nada nuevo bajo el sol. La capacidad de lo mejor y de lo peor va implícita.
Ayer estuve viendo en televisión testimonios de gente que perdió familiares de la peor manera posible y de personas que relataron la crudeza de su trabajo en las residencias en aquellos días. Y ayer, como entonces (todavía tengo capacidad de sorprenderme), seguían acudiendo, silenciosamente, las lágrimas a mis ojos.

 

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