No voy a decir lo que son
porque ellos mismos se describen.
Basten en el lienzo unas pinceladas
de sus bastas tendencias malhadadas.
Votan siempre igual, pues la patria
es para ellos lo mismo que la pasta
y donde hay pasta no hay color.
Hacen trampas y por eso son trampistas
(perdón, quise decir tramperos).
Las pongan donde las pongan,
todos los cotos son orégano
a la puerta de los despachos
y en las fincas que, a veces,
mágicamente se incendian.
No voy a decir lo que son.
Baste decir que, a falta de más ingenio,
a la mínima tiran de perdigón.
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