Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

sábado, 24 de enero de 2015

Foto de barrio


No sé quién hizo la fotografía pero reconozco el lugar y a la mayoría de los críos que observan atentos el balón. También reconozco el tiempo en el que sucedió porque, probablemente, yo estaba allí.
Éramos niños de la calle y cualquier espacio más o menos allanado nos valía para correr detrás de una pelota. Sin embargo los partidos más serios los disputábamos fuera del barrio. Unas veces en las pistas de La Salle y otras en los prados que había antes de llegar a Monte.
El patio de La Salle sigue existiendo, aunque ya no reciba las visitas de los niños del vecindario. En los prados ahora, tal vez como un hecho de justicia tardía o de broma del tiempo, hay varios campos de fútbol de reglamento, como los balones que casi nunca tuvimos. Nos arreglábamos con lo que nuestros pocos recursos o nuestra imaginación podían encontrar.
Mi madre me cosió en una ocasión un número cuatro blanco y primoroso, que compré en una tienda de deportes de la calle Alonso Vega, a una camiseta de pijama de color verde. Y esa fue mi equipación deportiva de aquellos días.
Una vez recogí en ella a una cría maltrecha de halcón peregrino. Pero esa es otra historia.

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