Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 5 de septiembre de 2024

La colonia


El camino se fue empinando y frenó a Bean Uí Neíll. Los demás la alcanzaron y caminaron a su lado por la hierba, seca y espinosa por el sol y el viento del día, hasta que el rocío la empapara y suavizase. Siguieron hacia los acantilados, hacia el mar batiendo las rocas, con el cuerpo encorvado contra el viento, aunque no soplaba demasiado, porque era su inclinación natural, inherente, incluso en una tarde tan tranquila como para que los mosquitos asomaran de la hierba y les mordiesen las manos, la cara, aunque ellos no se dieron cuenta, iban los cuatro centrados en llegar a los acantilados, en el aire elemental, en el pulso del mar contra la roca.
Bean Uí Neíll inhaló profundamente.
Esto le hace bien a uno, dijo.
Desde luego, respondió Micheál.
Se sentaron y contemplaron el sol, que se iba hundiendo en el mar, un derroche de rosas y rojos.
Esto es mejor que misa, dijo Mairéad.
Qué comentario tan horrible, le reprochó Bean Uí Neíll.
¿De verdad?
De verdad, Mairéad. Horrible.
El ostensorio en el que se coloca la hostia tiene la forma del sol, mamá.
¿Y?
Unos hombres con faldones lo sostienen en alto como si fuera el sol.
Eso es horrible, Mairéad.
Lo adoran. Se supone que debemos adorarlo.
Lo adoro, Mairéad.
Pero lo tenemos aquí mismo, delante de nosotros, mámá.
El sol. Sin un solo cura a la vista.

Audrey Magee.
La colonia.
Narrativa Sextopiso.
Traducción: Inga Pellisa.    


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