En una aldea, en la que habitualmente no residen muchas más de quince almas, leer lo que ocurre más allá del límite de su soledad tiene otra transcendencia. Nada que ver con el triste desatino de los mensajeros del papel prensa en otras latitudes. Obama aquí es un pirigüiri sin talento y Rajoy tendría que callar mucho más de lo que calla, tal vez hasta quedarse mudo. Sus mundos no significan nada.
Llegan en el viento ecos de Andalucía, pero sólo en un quejío de "El Cabrero" o de Manuel Gerena; y el silencio, porque la aldea no es una isla, está lleno de otras cosas. Aquí la noticia está en el vuelo calmado y majestuoso de una pareja de alimoches y en la conversación de dos ancianos que acaban de reconocerse en el camino inusual del cementerio. No en vano hablan de alguien que todo lo que tenía de ruin lo tenía de artillero.
Todo lo que tenía de ruin lo tenía de artillero... ya ves tú donde se va a encontrar uno con literatura de la buena, camino del cementerio, con la letra impresa, o en tinta electrónica, a cincuenta kilómetros de distancia. Al menos.
ResponderEliminarSe trata de una prueba palpable, como tú bien sabes, de que la poesía (la literatura)puede asaltarte desde cualquier lugar, incluida la plática del paisanaje en tierras de guerrilleros. O tal vez ahí más que en ningún otro sitio.
ResponderEliminarAbrazos.