Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

viernes, 23 de mayo de 2014

Los seres humanos

Del continente americano ya habían desaparecido los wampanoags de Massasoit y el rey Felipe, también los chesapeakes, los chickahominys y los potomacs de la gran Confederación Powhatan. (Sólo Pocahontas era aún recordada.) Dispersos y reducidos a tristes residuos estaban los pequots, montauks, naticokes, machapungas, catawbas, cheraws, miamis, hurones, eries, mohawks, senecas y mohicanos (vivía aún el recuerdo de Uncas). Sus musicales nombres permanecieron fijados para siempre en la tierra americana, que acogió también sus huesos olvidados en millares de poblados incendiados y entre los restos de bosques, cuya desaparición progresaba aceleradamente bajo las hachas de 20.000.000 de invasores. Las corrientes frescas, y un día potables, que en su mayoría llevaban airosos nombres indios, aparecían ya fangosas y corrompidas por los desechos de los hombres blancos; la tierra era maltratada y arrasada. A los indios les parecía que esos europeos sentían un odio irreprimible por todo lo natural, los bosques llenos de vida, con sus aves y bestias, los herbosos remansos, el agua, la tierra y el aire mismo.

Enterrad mi corazón en Wounded Knee.
Dee Brown.
Editorial: Turner   

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