Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

lunes, 11 de mayo de 2020

Esto no es un diario LIX


A poco de empezar a hacer algo de montaña, siendo chaval, llegué a la conclusión de que era allí, entre los riscos, donde no existen los espejos para componer a capricho el rostro, donde se conocía la verdadera naturaleza de uno mismo y también la de aquellos que te acompañaban. Más tarde, viajar a algunos lugares que a veces se hacían inhóspitos, en buses de mala muerte, en sept place o en camionetas atestadas  no hizo otra cosa que acentuar esa percepción.  Y ya bucear una crisis del calado de la actual lo ratifica hasta extremos imposibles de soslayar. No deseo ser excesivamente áspero, y sí resaltar lo indulgente, porque al fin y al cabo el miedo es libre y la voluntad de ser justo también. En estos días, a pesar del aislamiento, he visto de todo y todo lo he sentido. Podemos en un momento ser cobardes y abnegados, pesimistas y animosos, podemos estar tristes, podemos pasar de la euforia a la ruina, mirar con ojos de silencio o señalar con el dedo con ira desalojada. Podemos saludar al día con una sonrisa y convocar a la noche y a las tormentas sin modificar el rictus. No en vano somos conciencia pero también timoratos despiadados.  Y así , de este modo tan singular, vamos campeando los humanos. 

Yo creo que el presente va a ser el último apunte en esto que no es un diario. No sé si me he expuesto demasiado. Probablemente. Es lo que tiene este nuevo mundo de lo impúdico, pero a mí, a pesar de los riesgos, me ha servido como antídoto.
Dentro de un rato saldré, no sé a dónde, porque las ligaduras se habrán aflojado un poco más y las marcas en los tobillos ya no serán tan lacerantes. El paisaje, aunque familiar, tendrá algo de irreal. Como un claro en el bosque o una rendija de sol entre la niebla. Algo así. Pero presumo que nada va a ser igual. No hemos vivido ninguna guerra, aunque esto tiene toda la pinta de ser una catástrofe, y por tanto no está la cosa para festejar. Nos hemos caído y los que quedamos nos vamos levantando poco a poco. 
Espero que seamos capaces de hacer camino, aunque caminar se convierta en un automatismo. Lo difícil viene después. Después de tanta distancia.
¿Cómo despojar la desconfianza?
¿Cómo atar lo desanudado?
¿Cómo regresar a los abrazos?

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