Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

viernes, 29 de mayo de 2020

Conversaciones



No sé muy bien lo que se están diciendo estos personajes. Lo probable es que hablen de las circunstancias tan inverosímiles que vivimos o de lo que todavía nos tocará vivir. O quizá descongelan recuerdos como quien trae al mundo nuevos pobladores. Se conocen desde hace tiempo y nada humano les es ajeno. Y aunque parezcan jugadores de ajedrez en la distancia, ellos, en realidad están colocando pieza a pieza y con su conversación una pared común y futura de convivencia.

De todo lo experimentado en los últimos tiempos, tal vez el ahogo de la soledad en las ventanas sea lo que, muchos de los que no nos hemos tenido que enfrentar a la enfermedad cara a cara, hayamos llevado peor. Ese paisaje mudo lleno de pájaros por el que no pasaba nadie.

Pero también, de todo lo experimentado, lo mejor ha tenido que ver con todos aquellos que, de un modo u otro, te han regalado su tiempo, para curarse y para curar de lo inaudito.
Los que te regalaron aves en los tejados y portadas de libros personalizadas, los que te dieron calor desde un abandono aún más oscuro que el tuyo, los que te dieron su risa, los que derrocharon generosidad en tiempos de mala sangre, los que esperaban con ahínco a los miércoles y a los domingos. Los que estaban y los que se esperaban, los que mostraron coraje cuando era necesario. Los que estaban lejos y los que llegaron con su voz a acariciarte, aunque fuera durante un momento, el corazón.
Los que, en definitiva, sostienes y te sostienen. 
Ellos. Simplemente.   

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