Saquearon también las palabras para que los conceptos
fueran distintos y a la manera de los trileros exclamaron “ahora está, ahora no
está”.
Intentaron convencernos de que hay dos extremos que son lo mismo para que nos quedáramos quietos en el centro indefinido y no molestáramos.
A algunos les dijeron que eran de los suyos, pero solamente les sentaron a los pies de sus mesas para echarles los huesos y los despojos.
A otros les distrajeron con cuentos de la tierra de las oportunidades.
A los demás nos difamaron y pusieron nuestros nombres en la picota.
Y cuando nos cortaron los dedos, y el engendro les satisfizo, aseguraron sin rubor que el muñón que resultaba era la mano izquierda.
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