Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

lunes, 11 de noviembre de 2013

Mater

Nos despedimos de nuestras madres. Habían estado allí siempre, pero no las habíamos visto hasta entonces. Estaban inclinadas sobre los calderos de la colada o los pucheros, con la cara enrojecida e hinchada a causa del calor y la humedad. Cuando nuestros padres estaban en el mar, ellas se encargaban de todo. Por las noches se derrumbaban sobre el banco de la cocina con la aguja de zurcir en la mano. Nosotros veíamos algo, pero no las veíamos a ellas. Veíamos su perseverancia. Veíamos su cansancio. Nunca les preguntábamos nada. No queríamos importunar.
Era nuestra manera de mostrar amor: con el silencio.
Siempre tenían los ojos enrojecidos. Cuando nos despertaban por la mañana, se debía al humo de la estufa. Cuando nos daban las buenas noches, aún vestidas, al cansancio.
A veces sus ojos estaban enrojecidos porque habían llorado por alguien que jamás volvería a casa.
Que nos pregunten por el color de los ojos de una madre.
-No son pardos. No son verdes. No son azules ni grises. Son rojos.
Eso es lo que responderemos.
Ahora están en el muelle despidiéndose. Aún reina el silencio entre nosotros. Nos escrutan con los ojos.
"Volved", dice su mirada.
"No nos dejéis", dicen sus ojos.
Pero nosotros no queremos volver. Queremos marcharnos. Irnos lejos. Cuando están en el muelle despidiéndose, nos clavan un puñal en el corazón. Así es como estamos unidos. Por las heridas que nos hacemos mutuamente.


Carsten Jensen.
Nosotros, los ahogados.
Salamandra.

1 comentario:

  1. LA MINA DE LA CAMOCHA
    La mina de La Camocha
    dicen que va baxu el mar
    y que, a veces, los minerus
    sienten les oles bramar.
    Por eso, en el tayu,
    se oye esti cantar:
    "probe del marineru,
    con su barco veleru,
    frente a la tempestad.
    Probe del marineru
    que muere siempre solu
    en la inmensidad.
    Ojos de madres de mineros y pescadores, rojos ambos.
    Raquel

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