Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

domingo, 21 de marzo de 2021

Día de la Poesía

El poeta se despierta a las 6,52 de la mañana. Sin embargo permanece entre las sábanas, en duermevela, hasta las 7,03. Luego se levanta  (es un decir) mientras busca sus calcetines por el suelo, tras lo cual observa el horizonte invernal por la ventana. Su primera imagen (más bien su primer recuerdo) se lo dedica al cine –ese perejil de todas las salsas­-  en el que estuvo ayer por la tarde tras varios meses de ausencia. A las 7,07 se dirige al excusado con un libro bajo el brazo que habla del lóbrego trastero del Imperio. Lee 10 minutos  mientras hace otras cosas. Luego saluda a su perro a las 7,22 al tiempo que dispone su desayuno. El perro, al cabo, desde la puerta le mira con ojos intensos como dardos. A las 7,24 le prepara la comida y las medicinas al can y aprovecha la desatención para tomarse su café mientras en la radio una mujer,  que ha escrito un libro sobre acontecimientos ocurridos cuando ambos eran más jóvenes y más rebeldes, habla de una cronología discretamente familiar. En el programa radiofónico dicen que son las 7 y media  cuando el poeta está  guardando los platos de la cena. A las 7,41 mete al horno unos tomates y unas berenjenas. Luego vuelve a mirar por la ventana. Pasan unas cornejas a las 7,46 y un minuto más tarde se posan dos tórtolas en el árbol del jardín.  A las 7,51 un mirlo (tan poético)  ocupa su puesto en otra rama y el aire le revuelve las plumas y tal vez el alma. A las 7,58 la primavera recién estrenada continua disfrazada de invierno riguroso. Y a las 8 en punto y clavadas el poeta piensa que es un gran día, el mejor día para no escribir ningún poema.

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