Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

martes, 4 de abril de 2023

Mayo


Mayo era el perro que nació en junio y murió en abril porque el mes de mayo había que dejarlo libre para vivir. Y eso era, un superviviente, aunque le faltaron dos meses para cumplir 14 años.
En ese tiempo fue operado cinco veces. A los dos años de edad se tragó los restos de una pelota de goma que se quedaron atascados en su intestino. Le abrieron la barriga para extraerlos. Cumplidos los ocho años, con complejo de salmón o de sardina, se tragó un anzuelo con sedal en un paseo por la costa. Esas basuras que dejan por allí algunos pescadores de caña desaprensivos. Le volvieron a abrir la barriga para extraerlo. A los nueve y a los diez años fue intervenido en los cartílagos de las orejas por un mal propio de perros que les produce hartos dolores. A los once años un cáncer le arrebató los testículos, lo cual produjo en él cierto cambio de carácter que le impedía sentirse tan dueño como antes de cualquier territorio por el que pasara.
Con trece años y diez meses la vida se le hizo larga y lenta. Y a nosotros tan dolorosa como el abandono y la soledad. 
Ha pasado un año y seguimos sintiendo el dolor, el abandono y la soledad.
Hoy cuando camino por los prados alguien me dice, "ahí va el hombre sin perro". Otro alguien me pregunta si no voy a contar ya con otro peludo compañero. Y algunos más, poco avisados, al verme sólo quieren saber en dónde he dejado a Mayo.
Hoy mismo una señora a la que no veía hace mucho, y que hace tres meses padeció con su perro lo mismo que nosotros, me ha interrogado con mucho tacto y dulzura: ¿No te pregunto por Mayo, verdad?
Y a todos contesto para luego seguir caminando, mientras se me ocurre que en cualquier momento el Mayete, esa sombra negra tan querida, va a regresar de la vuelta de la esquina y me va a mirar, otra vez, como siempre, con la solicitud de quien espera con paciencia a ese compinche despistado que fui yo.

2 comentarios:

  1. He sentido ese dolor, quizá con más ira, hasta que el tiempo me ha dado la dulzura con que tú hablas. Mi Mayo era Tranqui. A veces, lo veo moverse entre los árboles, tras un conejo en las viñas. Miro detrás del sillón. Prefiero no saber quién lo envenenó. Ya no me siento a gusto entre esa gente.

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  2. Hola José María. Yo conocí por ti a Tranqui sin conocerlo y sentí su final. Se hace duro. Todavía miro al rincón de Mayo por las mañanas cuando me levanto y hacia atrás cuando camino por los "praos" por si se ha entretenido con algún topo o alguna golondrina.

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