Es más que posible que a Paco esta concentración de amigos con el único propósito de homenajearle le produjera, a sus años, un acceso de rubor de difícil solución; pero también es cierto que seguro que se sentía sumamente satisfecho de las oportunidades de conversación que tamaña reunión le iba a deparar.
A algunos la noticia nos pilló en París, pero sin aguacero. Y entonces París dejó de ser una fiesta.
Hoy, en casi vísperas del 1 de Mayo se hace dolorosa su falta, aunque nos resuene en los oídos el tintineo de su voz.
No obstante, en su recuerdo, comenzaremos otro libro y echaremos un cigarrito (sólo uno) como antídoto contra la desmemoria y la melancolía.
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