Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

lunes, 9 de mayo de 2022

El suelo


Tal vez lo que se ha denominado suelo rústico era la última endeble barrera que existía contra la total especulación de la tierra y la construcción salvaje. Con la crisis inmobiliaria de 2008 se pudo comprobar  que el mundo del ladrillo tenía agotadas las perspectivas y las realidades. Sin embargo en esta "Cantagria" de nuestros pecados, los de siempre, los de las ideas "luminosas" (por no utilizar el término aluminosis),  han dado una vuelta de tuerca, con la colaboración de todo el arco parlamentario, para ejecutar una venta en retales de la tierra agraria de Cantabria, con la intención de armar viviendas unifamiliares, a troche y moche a poder ser.
El objetivo real parece claro. Contentar a la red clientelar que cada uno de estos partidos políticos, tanto el regionalista como el socialista o el popular,  han ido cultivando a lo largo de los años, sobre todo en el mundo rural (ese que se enajena cuando le hablan del lobo). Y así de paso se van deshaciendo de algunas parcelitas que les sobran (porque ya la agricultura ni fu ni fa) y que, mira tú por donde, gracias a esa gente que ama tanto, tantísimo, a Cantabria, le van a sacar pingües beneficios al asunto a costa de madrileños, bilbaínos y pucelanos. Los vendedores contentos, y cuanto más contentos mejor pagan la "contentura" en votos, que también son pasta para el bolsón.
No obstante, de toda esta mierda de la Ley del Suelo, lo que más jode es que argumenten esos lumbreras con boina y pantalón pitillo que legislan para combatir la despoblación de las zonas rurales, cuando es algo que les ha importado un comino desde hace siglos y así estamos.
No, señores. Para combatir la despoblación de las aldeas se crea trabajo, se instalan repetidores para unas buenas telecomunicaciones, se mantienen sucursales bancarias y cajeros, se procuran instalaciones para la atención de los ancianos, se mantienen los servicios de atención médica, se potencia el transporte público y se rehabilitan las casas que ya están construidas y, a veces por culpa de la desidia general, en condiciones precarias.
Pero claro, todo eso exige dinero público, impuestos, inteligencia y visión comunitaria de futuro. Y no el dinero fácil que se persigue con ocurrencias de tres al cuarto. Tanto decir que defienden Cantabria cuando en realidad lo que hacen es comerciar con ella como vendedores expulsados del templo. Vergüenza les debería dar.

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