De repente
la ventana se abre
y dejamos
de mirarnos a nosotros mismos
aunque
solo sea por un segundo.
Aunque
solo sea por un segundo
se abre un
pequeño horizonte,
una
hendidura en nuestras cabezas de piedra.
Un paisaje
luminoso en el que no caben
las
estúpidas confrontaciones de todos los días
ni la
mezquina y fatua consideración
de que
alguna vez fuimos
los dueños
de la tierra y del aire.
Y de repente la ventana se abre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario