Recupero, tras varios años arrinconado en una casa vacía, el equipo y los materiales de mi laboratorio fotográfico. La sensación es agridulce. Siete años no son nada y, sin embargo parecen una eternidad. Todo ha cambiado demasiado. Entonces, aún utilizaba diapositivas y película en blanco y negro junto a la Nikon que me acompañaba a todas partes. Disparar una fotografía significaba sobre todo ser cuidadoso y ahorrar cartuchos. Nada que ver con la "mansalva" actual de los artilugios digitales a los que nos vamos acostumbrando.
Así que aquí me encuentro. En esta encrucijada a la que me obliga un otrora preciado equipo con el que ahora no sé muy bien qué hacer.
Otra cosa más para este museo de trastos en el que nos vamos convirtiendo.
Que razón tienes. En lo de las fotos también. Pero sobre todo en eso de que nos vamos convirtiendo en un cúmulo de cosas que los que nos sobrevivan tirarán sin ninguna piedad a la basura...
ResponderEliminarNo quiero ponerme demasiado transcendental, pero a veces a la demasía de libros que tengo acumulados se les pone cara de huérfano. Ya ves.
ResponderEliminarUn abrazo.