De vez en cuando, de los cofres enterrados por las arenas del tiempo, surgen imágenes curiosas como ésta. En ella se intuyen las barbas de un vecino pelar y el peligro cierto de que, por influencia de la gravedad, las letras de la historia se desparramen por el suelo.
Mientras pongo las mías a remojar ante el avance rápido de mi experta peluquera, sirva como homenaje a una de las actividades a las que, voluntariamente, he dedicado más tiempo desde que me acuerdo.
Postdata: No parece el libro mal tejado para que nos guarezcamos los dos. O los tres.
¿Experta?. Puede, pero la cara y la composición sería considerada como prueba de asesinato con ensañamiento por cualquier jurado popular.
ResponderEliminarQuerido amigo Lou, desde luego el de la foto no es momento de negarse a determinadas proposiciones que se hace innecesario rechazar, pero por fuentes bien informadas, y para tú tranquilidad, sé de muy buena tinta que la sangre jamás ha llegado al río ni ha sido necesario llamar nunca a los corchetes.
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