Las islas eran en su mayoría muy boscosas y el ancho río cobraba un intenso color verde. Cuando nos alejábamos de las nubes de la tormenta, asomaba el sol y el cielo enviaba sobre nosotros veloces nubes algodonadas, que dibujaban rostros de indios quechuas de Bolivia o apaches de Nuevo Mexico, y perfiles de dioses joviales o ridículos. Una de las deidades parecía soplar y me recordó un cuadro goyesco del dios de los vientos griego, aquel Eolo que desvió a Ulises de su ruta hacia Itaca.
EL RIO DE LA LUZ ( Javier Reverte. 2009) De Whitehorse a Dawson City. Remando en el Yukón.
EL RIO DE LA LUZ ( Javier Reverte. 2009) De Whitehorse a Dawson City. Remando en el Yukón.
Por cortesía de Ana
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