Se miraron largamente, y en aquel momento todo volvió a ser como antes, como si nunca se hubiesen separado; pero ella no se ofreció a entrar en la oscuridad con él, ni él se lo pidió.
-Un día -dijo Strange-, encontraré el hechizo para ahuyentar la oscuridad. Y ese día volveré a tu lado.
-Sí. Ese día. Te esperaré.
Él asintió y pareció que iba a marcharse, pero dudó.
-Bell, no lleves luto. No seas una viuda. Sé feliz. Así quiero imaginarte.
-Te lo prometo. ¿Y cómo te imaginaré yo a tí?
Él meditó un momento y se echó a reir.
-¡Imagíname con la nariz metida en un libro!
Se besaron una vez. Luego él dio media vuelta y desapareció en la oscuridad.
Jonathan Strange y el Señor Norrell.
Susanna Clarke.
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