Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 30 de enero de 2014

Un balón en huelga

En pocas ocasiones se ha tocado el tema del fútbol en esta nube, y siempre por motivos que exceden de cuestiones meramente balompédicas. Habitualmente me provoca un especial sarpullido todo lo que se mueve alrededor de este deporte: la obscenidad del dinero, las manifestaciones orgullosas de incultura de protagonistas y seguidores, las declaraciones robóticas, la falta de implicación social de la mayoría, el tiempo abrumador que se utiliza en los medios de comunicación para contar lo evidente, el pan y circo, las conciencias dormidas...
Sin embargo, como a Galeano y como a Vázquez Montalbán, me gusta el fútbol y, sobre todo, sobre todo, las excepciones.
Hace muchos años vi saltar al campo del Sardinero (el antiguo) a dos jugadores del Racing de Santander con un brazalete negro. Entonces, a mis catorce años, no supe entender las razones de aquel gesto. Luego sí. Era la protesta silenciosa y digna de aquellos hombres por los últimos fusilamientos del franquismo.
Hoy los jugadores y técnicos del Racing de Santander, desde las catacumbas de la segunda división B y desde el pozo en el que suelen encontrarse los trabajadores que no cobran su salario desde hace meses, se han plantado cuando se iniciaba el partido de cuartos de final de la Copa contra la Real Sociedad, pese a ser un encuentro que cualquier futbolista modesto habría querido jugar.
Para llegar a la suspensión de este partido por huelga (se llame como se quiera llamar) ha habido previamente un sinfín de atrocidades (por acción y omisión) cometidas por políticos sin escrúpulos y toda suerte de vividores que no voy a entrar a analizar, pero el resultado es un equipo centenario al borde de la desaparición (que, a pesar de todo, sería lo de menos) y un montón de trabajadores, desde los que se visten de corto hasta los que cortan las entradas, sin pago por su labor, que no hay cosa que más joda. 
Como en 1975, ahora tampoco sabemos las consecuencias que para el fútbol y para esta gente tendrá lo ocurrido hoy, aunque me gustaría pensar que en ese ámbito tan intoxicado pudiera haber un antes y un después. Pero ya se encargarán, seguro, los inextinguibles dueños de las poltronas de que eso jamás suceda.


Nota: Fotografía extraida del diario El País

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