No existen los días perfectos, como tampoco existe la felicidad completa, pero en esta espléndida película de Wim Wenders, el protagonista de Perfect Days, cada mañana cuando abre la puerta de su casa para ir al trabajo parece querer convencernos de que sí.
Hay una receta. En todo el metraje hay una receta para rebelarse contra el alambicado mundo alrededor: El señor Hirayama disfruta de una vida sencilla y monótona, aunque varios pormenores parecen querer confirmar que no siempre las cosas fueron así y que hubo un antes más azaroso, del que se ha retirado voluntariamente hasta llegar a ese presente de pequeños detalles y canciones que van subrayando cada día. No voy a entrar en ellos; baste decir que uno sale de la película, si no feliz, con buen sabor de boca y convencido de que le han contado la historia de un náufrago deliberado, un buen salvaje con cintas de cassette en su furgoneta en los desdichados tiempos de Spotify.
Un náufrago que necesita amor. La libertad también es soledad y miedo a la locura.
ResponderEliminarMaravillosa película.
ResponderEliminar