Cada cierto tiempo nos acercamos a la marisma donde el eider ha establecido sus reales de unos años para acá. Lo insólito ha acabado por convertirse en normalidad y parece que nuestra ave del norte sigue sin tener ganas de seguir las costumbres de su especie y emigrar siguiendo el curso de las estaciones. Digamos que quizá ha encontrado su lugar en el mundo entre nosotros; lo cual, aunque extraño, está bien. A él le hace, en cierta manera, un rebelde y a nosotros unos privilegiados. Aquí le vemos estableciendo relaciones de proximidad con una gaviota patiamarilla. Por de pronto, el eider está bien. Y nosotros, ante el año que se avecina, por el momento también.
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